Wilfredo MendozaWilfredo Mendoza

El notable escritor, hoy bastante releído, Albert Camus escribió hace 67 años La Peste, cuya metáfora sobre las peores epidemias (hoy COVID-19) no son biológicas sino morales. Como escribe Rafael Narbona en El Cultural de España, “en las situaciones de crisis sale a la luz lo peor de la sociedad: falta de solidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad”, y podemos seguir, con todas las miserias propias y ajenas que hemos visto en estos tiempos de pandemia.

Desde el burdo engaño de Martín Vizcarra cuando con su esposa y hermano se vacunaron; dizque se “sacrificó”, cuando la verdad es que el exexpresidente casual sacó a flote su ego miserable, propio de un ser inhumano que hizo prevalecer su cargo, como si nosotros fuéramos de segunda categoría.

Pero no vayamos muy lejos, resulta absurdo que mientras miles luchan por un poco de oxígeno y vida que se les escapa lentamente, otros cientos se reúnan en bares y cantinas para celebrar, ¿qué? Más inmadurez de quienes juegan con su vida desafiando al virus, cuando este invisible enemigo sigue presente, nunca ausente, donde menos se le espera o desea.

Al inicio de la pandemia, muchos otros seres anónimos murieron, y conforme el infernal círculo se fue estrechando, vimos con pavor que la guadaña está latente y hoy hablamos de tú a tú con la parca, es decir somos nosotros, ya no los otros.

Existen miles de casos de irracionales que hacen todo lo contrario de cuidarse, guardar la distancia social; en fin, nos comportamos como animales que somos, creyendo que la vida es eterna, cuando el último hálito de vida-muerte ronda, y vaya que ronda, cual macabra melodía.

Por estos días estoy releyendo La Peste, y concuerdo que la miseria humana es peor que la misma pandemia, aunque también existen seres humanos que pese a poner en riesgo su vida, luchan contra el enemigo común, y muchos no viven para contarlo. Triste y absurda realidad la que vivimos en esta peste moral que nos asola.

Hablando de muerte, al cierre de estas líneas vuelvo a recordar la partida de un amigo y colega, Pepe Linares, a quien conocí cuando este cronista hacía sus pininos en TV Continental, y él era gerente. En la universidad San Agustín nos volvimos a encontrar. Era, cuesta escribir en pasado, un caballero, un notable músico, una persona optimista, en fin… Mejor paro, la nostalgia me invade para recordar tiempos felices, para entender, como dice Camus, esa frase feliz, “no hay verdadera bondad ni verdadero amor sin toda la clarividencia posible”.

Hasta pronto Pepe, te libraste de la miseria moral que nos ha invadido. Aunque la muerte siga cabalgando, la vida es lo que nos mantiene atados, hasta que se agote, porque el hombre no es malo por naturaleza, pero su conocimiento de las cosas es deficiente. Sus actos más nefastos proceden de la ignorancia.

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