Juliaca. El título del presente artículo puede parecer atrevido, desconcertante, irreal y, como dirían las feministas más intransigentes, “machista”.
Sin embargo, existen férreas razonas por las cuales se puede afirmar que el feminismo actual, llamado también “hegemónico” o “corporativo” pueda considerarse una amenaza para el Estado y, en consecuencia, para todos los ciudadanos.
Las características principales del feminismo hegemónico, a diferencia del feminismo de la igualdad, son de que busca solamente beneficios para la mujer, y es, en exceso, victimista y “culpabilizador”.
A partir del 2016, año en que se inició el movimiento Ni Una Menos, se ha escuchado en nuestro país numerosos términos propios de este pensamiento como: “brecha salarial”, “violencia de género”, “feminicidio”, “paridad de género”, etc. Lo que no se sabe es que, en base a estos términos, se ha empezado a quebrantar principios básicos de igualdad ante la ley, así como la instauración de una “cacería de brujas” hacia los hombres, culpándolos de ser parte de una estructura opresora y sistemática denominada “patriarcado”.
La filósofa argentina Roxana Kreimer, en su libro “El patriarcado no existe más”, refiere que estos términos y, en general, las ideas del feminismo corporativo, tienen una serie de deficiencias en sus diagnósticos: (1) Carecen de información científicamente informada, (2) No está abierta al debate, son intolerantes con ideas contrarias, (3) Ignora que los hombres también padecen de sexismo, (4) Considera que todas las mujeres están subyugadas o explotadas, (5) Es corporativo, puesto que si hombres y mujeres padecen de un problema, solo resaltan desventajas de la mujer.
Que las mujeres se dediquen a las tareas domésticas por decisión o por una simple división del trabajo con el esposo, es culpa del “patriarcado”; que, en un entorno violento, la mujer y el esposo se golpeen mutuamente, es culpa del “patriarcado”; que no haya suficientes mujeres en determinada área laboral, también es culpa del “patriarcado”, por consiguiente, también del hombre.
Lo que el feminismo hegemónico no explica, en general, es la libertad con la que cuenta la mujer hoy en día para efectuar cualquier actividad. Postular a carreras de ingenierías está abierta a cualquier mujer, participar en política, igual; que no sean áreas laborales de su preferencia es algo meramente biológico, porque, aunque no quieran aceptarlo, el cerebro del hombre y la mujer, son diferentes, lo que se manifiesta en el actual constructo cultural: hay más mujeres enfermeras, psicólogas, educadoras de inicial; así como más ingenieros, albañiles, taxistas, políticos, etc.
En nuestro país el movimiento feminista ya había tomado fuerza para estas elecciones con Juntos Por el Perú de Verónika Mendoza, sin embargo, para el peruano promedio, estas ideas pareciesen no generarle ningún interés en cuanto sabemos que somos un país con índices altos de pobreza e informalidad y que salir adelante es lo único urgente y depende, muchas veces, de la unión “sagrada” entre hombre y mujer.
El peligro que genera el feminismo hegemónico para el Estado está en que para “equiparar” esta supuesta “desigualdad de género” se usarán presupuestos exorbitantes para costear becas, estudios, campañas, etc. Estas ideas también pueden ser usadas por adversarios políticos del Gobierno, como las recientes críticas al gabinete ministerial considerado “machista” solo por contar con dos mujeres, algo de por sí absurdo.
¿Dónde está la desigualdad de género?, ¿en la mujer que cierra la ventana de su auto cuando un vendedor ambulante se acerca a ella?
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