Ser ciudadanos es una obligación, no un sustantivo. Lo pesado de la democracia es que se nos impone la carga de ser ciudadano porque, si no lo somos, hacemos ciudadanía mala. Los griegos tenían la palabra idiota para el tipo que, siendo ciudadano, quería vivir como si no lo fuera, porque no le gustan los partidos, porque está en desacuerdo con el mundo…, señala con acierto Fernando Savater.
Pues bien, tomando su palabra y agregando la de la Real Academia de la Lengua Española, el “covidiota” (Los ‘covidiotas’ no se creen esto de la pandemia), el gobernador Élmer Cáceres cree que ser ciudadano solo fue para las elecciones, y en su lugar sigue bailando y bebiendo, mientras, solo en este mes, han muerto más de 400 personas por el coronavirus en la región Arequipa.
Él ni por enterado. Durante las últimas semanas se ha desplazado por diversos distritos, dizque para inaugurar obras, lo cual está bien; lo malo son los bailes y bebida incluida; como si los tiempos de pandemia y muerte que nos asolaran y estuvieran para fiestas. Vive otro mundo la impresentable autoridad.
“Estamos perdiendo la guerra”, dice la jefa de enfermeras del Honorio Delgado, Alida Huamán; el director, Richard Hernández, advierte que han colapsado; y él, con todo desparpajo, declara que “estamos bien en Salud, apoyamos a Essalud, donde mueren más”. Tamaña idiotez.
El señor gobernador y su séquito viven en otro planeta, y todavía no se percatan de que deben estar en la primera línea de lucha contra el COVID-19. Es su obligación como autoridad, porque ser ciudadano es una obligación y no un sustantivo. El coronavirus sigue avanzando por diversos factores, pero la primera autoridad política tiene la obligación ética de coordinar las acciones, liderar, y no bailar y celebrar como si estuviera en campaña.
ECLl sigue creyendo que Arequipa es su aldea, y todavía no ejerce el cargo para el cual fue elegido. Sigue desatendiendo sus obligaciones mientras zapatea, que es el triste epílogo sobre lo mal que elegimos.
La democracia tiene sus bemoles, como esta autoridad, pero también como ciudadanos tenemos la obligación de recordarle que debe gobernar y no bailar, que encima lo hace mal, muy mal. Plop.
¿Qué estaremos pagando para que el señor “covidiota” siga siendo el payaso que llevamos al poder y hasta el momento sigue en otro planeta? Una verdadera lástima; con razón estamos tan mal, para tener que elegir entre el improvisado profesor Pedro Castillo y la corrupta Keiko Fujimori. Dios nos libre, aunque parece que Dios está muy ocupado en otros asuntos.
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