Nada más cierto que la frase del escritor Thomas Merton, cuando señala que “debemos tomar las decisiones que nos permiten cumplir con la capacidad más profunda de nuestro ser real.” Y eso es exactamente lo que debemos hacer en la urna que nos corresponda. Tomar la decisión más adecuada para nuestro país, para nuestro destino.
Son 18 opciones a elegir, y en honor a la verdad, esta variopinta fauna política causa no solo temor, sino pavor, por las promesas utópicas que en muchos casos hemos escuchado, y que se asemejan a una subasta, y gana quien más ofrece, aunque sea lo imposible.
Este domingo nos toca elegir al sucesor de Francisco Sagasti, quien estuvo medio descolocado a la hora de gobernar en transición, tal vez porque una cosa es estar en la tribuna y otra muy distinta es en el mismo ruedo, donde las decisiones deben ser las mejores para el sistema democrático, no necesariamente las más rápidas. Eso se denomina el buen gobierno.
Hemos llegado a este punto donde ni un solo candidato llega por lo menos a un 30% de aceptación, todos felices con el magro 12%, que equivale a una conformismo absurdo, por donde se le mire, lo cual revela al pobreza y miseria material y espiritual en que nos debatimos.
Es como si un alumno solo aspirara a obtener un mediocre 11 , cuando lo mejor es buscar el 20, pero eso significa prepararse, capacitarse para gobernar un país, y no una chacra, como la mayoría de aspirantes presidenciales siguen creyendo, que basta con querer postular y listo.
Sin embargo, a despecho de los agoreros y fatalistas de siempre, acudamos a las urnas y elijamos a la mejor opción “con la capacidad más profunda” que dispongamos, porque lo que está en juego es el destino de nuestro querido y sufrido Perú.
Reitero, que sea un voto reflexivo, analítico, pensando que nos encontramos al borde no solo del abismo, sino del Bicentenario, y por ahora solo tenemos para mostrar retazos y pedazos de un país posible, que dista mucho de ser el Perú que todos queremos y anhelamos.
Se encuentra en juego el destino para quienes vienen, para los millones de peruanos que día a día sueñan, soñamos con otra realidad, más justa, más equitativa, más solidaria, donde por lo menos los gobernantes cumplan con lo que ofrecieron, y no como hasta el momento, se sienten en el sillón de Pizarro e insistan en gobernar de espaldas al elector que con sus votos lo eligió como tal. Veremos qué pasa. Dios nos coja confesados. Hoy es el día D. No valen excepciones.
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