Miguel Pino PonceMiguel Pino Ponce

Como siempre, con gran alharaca el militante del Partido Morado Francisco Sagasti, tan aficionado a comer “cupcakes” (que al cambio son solo pastelitos bañados en crema, pero se nos sale la huachafada), salió a recibir hasta con honores de jefe de Estado al avión de Air France que transportó la vacuna contra la COVID-19. Estuvo a poco de entregarla como presente griego a la ministra Mazzeti. ¿Cuántos millones de dosis de vacuna llegaron? Solamente 300 mil, es decir, para el 0,4 % de la población. Ya me imagino si se hubiera comprado para siquiera el 1 %: le hubieran impuesto la Orden del Sol al piloto.

Ahora, lo triste es mirarse en el espejo de nuestro vecino Chile: ellos compraron 90 millones de vacunas, necesitando solo 30 (en realidad son 15 millones, pero a dos dosis por persona sale esta cantidad), es decir, compraron tres veces más de lo que necesitan y pueden vacunar a 45 millones. Entonces dicen “podemos vacunar también a los extranjeros, pero respetando el cronograma de vacunación”. Hasta ahí supuestamente son muy buena gente los chilenos, y probablemente lo sean, pero nunca dan puntada sin nudo y tienen lo que alguna vez vi en Europa: ingeniería comercial. Por eso es que compran nuestros productos, los empaquetan con su logo y los venden en el mundo entero como si fueran chilenos. Por eso sus embajadas y consulados son en realidad legaciones comerciales.

Y tan es así que están pensando que con esta crisis de la pandemia y de las vacunas van a reactivar su economía, porque entrarán a Chile miles de su vecinos en busca de las dosis. Necesitarán taxis y buses para transportar a los visitantes vacunables a hoteles (no precisamente a casas hospedaje sino de categoría turista), obligarán de forma muy sibilina a tomar un pisco sour, a probar su culinaria chilena (pero importada del Perú) y seguro que convencerán a más de uno diciendo “¿para qué regresar dentro de 21 días (para recibir la segunda dosis) si pueden quedarse ese tiempo en Chile y conocer hasta el austral Puerto Montt?”.

¿Y nosotros que hacemos? No tenemos ni siquiera para el 1 % de la población. Lo peor es que no se quiere entender que se nos está condenando al hambre por culpa de los bobos “protocolos sanitarios” hechos por burócratas, por gente que vive del presupuesto nacional. Se piensa que todos son comechados del presupuesto y no se piensa en los ciudadanos que viven del día a día. Se piensa que solo son empresarios los dueños de los bancos y de las líneas aéreas, y no se quiere entender que es empresario el que vende salteñas o polos o el que conduce su combi. Ellos son empresarios, quienes no le piden nada al Gobierno, los que comen menú, los que solo se escapan de la persecución de los “serenos” o de la Policía, no de situaciones estúpidas, como el líder de los morados. No se “elevan” por el consumo de marihuana como el congresista morado sino cuando les llega la cuenta del consumo de servicios públicos sin que haya alguien que les ayude al pago, porque la empresa donde trabajaban cerró o quebró. Ese es el país al que no quieren ver los burócratas que viven de la coima o de los corruptos “protocolos”.

Se tiene que permitir que sea el sector privado el que también pueda importar vacunas. Total: por cada peruano que se compre una vacuna, el Estado podrá disponer de tres para quienes no tengan esa posibilidad. Pero hasta ahora hablar así es una abjuración: como siempre, los caviares quieren condenar a todos a la igualdad en la miseria.

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