El abuso no vino de la calle ni de un desconocido, sino del entorno más cercano. Tres sujetos fueron sentenciados con duras penas luego de que aprovecharan la confianza y cercanía para cometer delitos sexuales en contra de niñas y adolescentes, revelando una realidad que estremece muchas veces: el agresor está dentro de casa o es alguien de trato diario.
Uno de los casos más aterradores terminó con 35 años de prisión para P.J.C., quien violó reiteradamente a su sobrina de 13 años durante la pandemia.
El sujeto ultrajaba a la menor cuando se quedaban solos en casa.
La traición a la confianza volvió a repetirse en otro proceso. Jaime Pauccara fue condenado a 9 años de cárcel por realizar tocamientos indebidos a una menor mientras le brindaba clases particulares. El sujeto, conocido por la familia, usó su posición para acercarse a la niña y abusar de ella.
Finalmente, en Islay, Yeison Q. A. afronta seis meses de prisión preventiva por presuntamente violar a su sobrina desde que era una niña de apenas 5 años. El acusado trabajaba como agente de serenazgo y, aprovechando que realizaba rondas a bordo de una motocicleta, se escapaba a su casa para ultrajar a la pequeña. Yeison podría ser sentenciado a cadena perpetua.
La Fiscalía advirtió que muchos agresores se esconden detrás de un rostro conocido, pero que la ley los alcanza sin contemplaciones.

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