Un hombre recibió un castigo físico de las rondas campesinas de Cajamarca, luego de que los vecinos lo capturaran por sustraer cuatro patos de una vivienda local.
El sujeto, quien según testigos presenta problemas de alcoholismo, confesó el delito tras ser sometido a chicotazos, revelando que su plan era vender las aves para comprar licor, lo que generó la inmediata intervención de los ronderos ante la recurrencia de estos actos.
La justicia rondera, que es reconocida legalmente en el Perú pero sujeta a límites, decidió aplicar un correctivo y liberarlo con la advertencia de no reincidir, una práctica que aplican cuando consideran el daño reparable.
Este caso, supervisado por el líder local Fernando Chucklin, quien ha enfrentado a bandas delincuenciales, refleja el complejo equilibrio entre las tradiciones comunales y los derechos individuales.
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