Durante un descuido técnico en una transmisión en vivo de la televisión estatal china, un micrófono abierto reveló una conversación inesperada entre los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, captada mientras caminaban junto a Kim Jong-un por la emblemática Plaza de Tiananmén en Pekín, previo a un desfile militar. En medio de los protocolos oficiales, los mandatarios abordaron —con tono casi de confidencia— uno de los temas más fascinantes y polémicos de la ciencia, tecnología e innovación contemporánea: los trasplantes de órganos como herramienta para extender la vida humana. Putin, con una mezcla de pragmatismo y visión futurista, llegó a plantear que, gracias a los avances en biotecnología, incluso la “vida eterna” podría dejar de ser un mito y convertirse en una posibilidad tangible. Un diálogo de alto nivel que, por accidente, puso sobre la mesa las ambiciones más profundas de la humanidad: vencer al tiempo biológico.
La prospectiva tecnológica sugiere que para 2045, la esperanza de vida saludable podría superar los 100 años. No por magia, sino por convergencia: inteligencia artificial que diseña fármacos en horas, órganos bioimpresos en 3D, nanorrobots que reparan arterias y senolíticos que eliminan células “zombis” responsables del deterioro.
La búsqueda de la inmortalidad ha dejado de ser territorio exclusivo de la ciencia ficción. Investigaciones recientes revelan que el envejecimiento cerebral inicia a los 57 años, con picos críticos a los 70 y 78 años, proporcionando objetivos específicos para intervenciones antienvejecimiento.
Las terapias antienvejecimiento se centran en múltiples frentes: desde la restricción calórica hasta la activación de mecanismos de reparación celular. Además, combinan múltiples disciplinas: biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial, conocimiento ancestral y terapia génica. Los científicos estudian células inmortales del cáncer y organismos biológicamente inmortales, como ciertas medusas, para descifrar los secretos de la longevidad.
Mientras estos avances prometen un futuro donde las enfermedades mortales sean historia y la vida humana se extienda significativamente, enfrentamos desafíos éticos, económicos y sociales. El acceso equitativo a estas tecnologías, sus implicaciones para la estructura social y los dilemas morales de la inmortalidad requieren análisis profundos.
La convergencia de biotecnología, inteligencia artificial y nanomedicina está creando un ecosistema de innovación que podría redefinir la condición humana en las próximas décadas. En mi opinión, ya nació el primer inmortal, pero lo que enfrentaríamos no es un problema biológico, sino más bien espiritual.
De todas maneras, aún hay que sobrevivir los próximos años en un mundo en donde se matan a niños en vivo y en directo, y nadie dice nada.
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Esta columna es posible gracias al auspicio de Sin Fronteras, la Academia de la Singularidad, Cuentic, Vichayito Village, Pier Point Máncora, Barras saludables Nut’s & Co., Cluster Disruptiva, Sal amazónica de Pilluana y los cafés sostenibles Mishqui Huayo y Forest Coffee.
Y como lo único inmortal es —y será— el amor, hoy este DJ de periódico te recomienda a Los Pericos y Sabino con su canción “Inmortal”.
Te veo pronto.
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