En Huaycán, un explosivo fue colocado en la casa de un empresario que se negó a pagar un cupo de S/50,000 a extorsionadores. Los atacantes, vestidos de negro y en motocicleta, actuaron con precisión: uno dejó el artefacto y el otro facilitó la huida, dejando solo terror y daños materiales.
Aunque la víctima ya no operaba la agencia de viajes que mencionaban en las amenazas, los criminales insistieron en sus exigencias, demostrando que el objetivo era intimidar.
El empresario recibía mensajes intimidantes desde hace meses, donde los sicarios detallaban sus movimientos y lo acosaban por un negocio cerrado.
El explosivo, detonado en la madrugada, alertó a vecinos, pero los culpables escaparon antes de que llegara la policía. Este caso se suma a la lista de crímenes de extorsión en el país, donde las bandas operan con impunidad y métodos cada vez más audaces.
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