A lo largo de los últimos veinticinco años, la Iglesia Católica en la región altiplánica de Puno atraviesa una crisis silenciosa pero profunda, marcada por una preocupante deficiencia en la formación del clero.
Esta situación ha generado consecuencias directas en la vida pastoral de miles de fieles, así como un creciente incremento de sacerdotes falsos y distanciamiento entre el Pueblo de Dios y la institución eclesial, dejando de lado el trabajo de la sinodalidad eclesial propuesta por el papa Francisco.
¿UN CAMINO NO TRANSITADO?
La sinodalidad, entendida como el caminar juntos del Pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu Santo, fue una de las principales propuestas del fallecido papa Francisco para renovar la Iglesia. En el contexto peruano, el Sínodo Panamazónico de 2019 y el Sínodo de la Sinodalidad de 2023 fueron momentos clave para promover este modelo de Iglesia participativa y descentralizada. Sin embargo, en la Diócesis de Puno, bajo la dirección del obispo Jorge Carrión Pavlich, parece haber adoptado una postura contraria a la sinodalidad.
La falta de apertura al diálogo, el autoritarismo, la escasa atención a las necesidades pastorales de las comunidades, la falta de trabajo en comunión con los laicos y alianzas con el poder de turno son elementos que evidencian esta resistencia. Para avanzar hacia una Iglesia sinodal es necesario un cambio de mentalidad y una disposición real a caminar juntos, escuchando y aprendiendo de todos los miembros del Pueblo de Dios.
FORMACIÓN DEL CLERO
La formación de sacerdotes en los seminarios diocesanos es un proceso integral que busca preparar para el ministerio sacerdotal, lo cual comprende cuatro dimensiones esenciales: humana-comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral, los cuales no se constatan en los sacerdotes jóvenes provenientes del Seminario San Ambrosio de Puno, más bien hemos sido testigos del daño que se hacen entre ellos, debido a que muchos toman el sacerdocio como un medio de lucro y de poder, por eso las altas tarifas por servicios religiosos con homilías nada preparadas que cansan a la feligresía, el trato arrogante a los feligreses, el arribismo y falta de comunión entre ellos.
Uno de los ejes centrales de la controversia es el papel del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), congregación religiosa que trajo el actual obispo de Puno para ser formadores del “Seminario Diocesano San Ambrosio”. Cuya comunidad religiosa IVE fue objeto de sanciones por parte del Vaticano en 2016, tras la revelación de casos de abuso sexual y mala praxis formativa a los sacerdotes.
Uno de los sacerdotes egresados de este seminario, a quien mantendremos su identidad en reserva, manifiesta: “La actual infraestructura del Seminario San Ambrosio no es adecuado para ser casa de formación, tampoco cuenta con docentes especializados en disciplinas de filosofía, humanidades, pedagogía, teología y sagradas escrituras; ya que quienes imparten las clases son entre los mismos seminaristas y algunos sacerdotes del Verbo Encarnado, a pesar que el Obispado cuenta con recursos económicos. Lo académico no es prioridad, tampoco la vida comunitaria; lo importante es estar bien con el rector, con los formadores, con el canciller y escalar”, señaló.
Además, en una región con fuerte presencia aimara y quechua, llama la atención la casi nula incorporación de contenidos interculturales en la formación eclesial.
“Muchos sacerdotes no entienden ni valoran las cosmovisiones locales. Eso genera un divorcio con las comunidades”, afirma la socióloga y teóloga Roxana Apaza, de la Universidad Nacional del Altiplano.
CUESTIONAMIENTOS
El deterioro no se limita a las aulas. Según la revista Caretas y otras fuentes, la Diócesis de Puno, es representada por su obispo y su canciller, quienes están investigados por lavado de activos y malversación de bienes de la Iglesia.
Estos escándalos financieros y de malversación de bienes eclesiásticos lejos de ser aislados, se enmarcan en un patrón de falta de transparencia por parte del obispo de Puno, su vicario general y su canciller, que son los que conducen la Diócesis de Puno y también son los responsables de los patrimonios que dejaron los anteriores obispos y sacerdotes del Sur Andino.
El obispo actual de Puno, en todo su periodo episcopal de más de 25 años, ha incardinado a sacerdotes expulsados provenientes de Colombia, Chile, México y concedido la ordenación sacerdotal por priorizar el crecimiento numérico de su clero; asimismo concedió el orden sacerdotal a seminaristas extranjeros y de otras jurisdicciones eclesiásticas expulsados por faltas graves.
Estas situaciones han puesto en evidencia la falta de interés eclesial y pastoral del obispo por la formación de su clero.
“Invocamos al Nuncio Apostólico, al presidente de la Conferencia Episcopal, así como al Vaticano a través del Dicasterio para el Clero, a realizar una evaluación exhaustiva al Seminario San Ambrosio de Puno, a los seminaristas y suspender las ordenaciones porque no han cumplido las indicaciones”, indicó el sacerdote egresado de San Ambrosio.
“Formar bien a un sacerdote no es solo darle libros de rúbricas de misa. Es enseñarle a escuchar, a acompañar, a vivir en comunidad con el pueblo y con sus hermanos sacerdotes”, concluye el animador cristiano don Edwin Lucana de Santiago de Pupuja.
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