No hay cirugía que cambie el rostro de terror que luce hoy el país. Al menos en este gobierno no saben cómo sanar a este Perú herido por la criminalidad. La inseguridad ciudadana no está para simples retoques como los cambios de ministros o los estados de emergencia.
Mientras las cifras de la delincuencia se multiplican día por día, la aprobación de la presidenta Dina Boluarte toca suelo. Sin mucho esfuerzo la mandataria ha alcanzado el más bajo nivel de aprobación: solo el 3% de los peruanos considera buena su gestión, según revela la última encuesta realizada por Ipsos.
La jefa de Estado preocupada más en desmentir las denuncias en su contra y en atacar a la prensa, también ha sabido romper sus propios registros de desaprobación y el rechazo a su labor en Palacio alcanzó ya el 94%. En Lima y en el norte del país, coincidentemente las dos ciudades más sometidas a la criminalidad, su desaprobación llega al 95%.
El premier también paga cara su inmolada defensa hacia Boluarte, su apasionada protección presidencial. Poner las manos al fuego cuantas veces sea necesario por la mandataria y cualquier integrante de su gabinete está terminando por quemar a Gustavo Adrianzén, cuya gestión en la PCM es desaprobada por el 80% de los peruanos, cuatro puntos porcentuales más de rechazo comparado con la muestra del mes anterior (76%). En el centro del país, incluso, lo desaprueba el 87% de los entrevistados.
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