Tras el fallecimiento del papa Francisco a los 88 años, la atención también se centró en su hermana menor, María Elena Bergoglio, quien fue uno de los vínculos familiares más cercanos del pontífice argentino.
Lejos del Vaticano y con salud delicada, María Elena siguió cada paso de su hermano con orgullo y cariño, manteniendo una comunicación constante a lo largo de los años.
En los últimos tiempos, cuando los reencuentros ya no eran posibles, el papa atesoraba una escultura de la mano de su hermana acompañada de su voz y música de Mozart.
“Mirá que me gustaría estar con vos y abrazarte. Créeme que estamos abrazados”, le dijo en un mensaje grabado. Hoy, ese lazo emocional se convierte en el símbolo de una despedida íntima y profunda, mientras el mundo rinde homenaje al primer Papa latinoamericano.
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