El Perú tiene cara de miedo. Es su rostro de todos los días. Y mientras el país se agacha para que no le caigan las balas que disparan el sicariato y la extorsión, el gobierno de Dina Boluarte no escucha, no atiende el clamor ciudadano, no sabe qué hacer para enfrentar la criminalidad.
Sus estrategias para reducir la inseguridad no dan resultados: los asesinatos siguen en aumento en un país en donde ya nadie está a salvo y donde el ministro del Interior, el principal responsable de este momento de terror que viven los peruanos, sigue en el cargo con la venia de la presidenta y de su premier.
La población quiere que Juan José Santiváñez deje el cargo, que se vaya a su casa. Un 74% de los peruanos cree que el ya indefendible titular del Interior debe ser removido del puesto, según revela la última encuesta realizada por Ipsos.
En Lima, la ciudad más golpeada por la delincuencia, el crimen y la extorsión, la cifra se eleva a un abrumador 81%; y en el nivel socioeconómico A, un 94% considera que el ministro ya cumplió su ciclo.
Para una enorme mayoría del país, atemorizada por la criminalidad, la gestión de Santiváñez debe llegar a su fin. Este Gobierno, sin embargo, y pese a la brutal y creciente estadística de peruanos muertos por la delincuencia, no se ha cansado de darle su respaldo y hasta de elogiar su labor al frente de una cartera indefensa ante este problema que domina el país.
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