Hoy es 24 de diciembre, y me permito el lujo de desviarme de mi tema usual, la “Innovación peruana”. En lugar de ello, dedico mis palabras a la revolución más grande.

La Navidad, en su esencia, es una conmemoración del nacimiento de Jesús y de las enseñanzas de amor, compasión y humildad que él impartió. Sin embargo, en la época actual, muchas personas y culturas han adoptado costumbres que se enfocan más en los aspectos comerciales y materiales de la festividad.

Actualmente, la Navidad se asocia a menudo con la adquisición de regalos, la decoración de hogares con luces y ornamentos, y la preparación de banquetes festivos. Aunque estas costumbres pueden fomentar la unidad familiar y el espíritu de generosidad, también pueden desviar la atención de las enseñanzas fundamentales de Jesús.

Por ejemplo, el énfasis en la compra de regalos puede propiciar un enfoque en el materialismo, en lugar del amor y la generosidad hacia los demás. La presión para adquirir el regalo «perfecto» o para ostentar las decoraciones más impresionantes puede generar estrés y ansiedad, en lugar de paz y alegría.

Hace algunos años, se inició una revolución. Esta revolución persiste hasta el día de hoy y prevalecerá hasta el fin de los tiempos. Somos muchos quienes la seguimos y, aunque no estoy a la altura de escribir estas palabras, confío en que este mensaje alcance a las personas que necesitan leerlas. Aquí les presento cuatro enseñanzas que son, en definitiva, un obsequio de lo que hoy celebramos.

En el corazón de las enseñanzas de Jesús se encuentra el mandato de amar al prójimo como a uno mismo.

Este precepto fue revolucionario en su tiempo y continúa desafiando a la humanidad a cultivar empatía y bondad hacia todos, independientemente de su estatus social, religión o etnia.

Jesús habló extensamente sobre el Reino de Dios, un estado de existencia caracterizado por la paz, la justicia y la plenitud de vida bajo la soberanía de Dios. Jesús enseñó que este reino no es un lugar físico, sino una realidad que se puede experimentar en la vida presente a través de la fe en Dios.

Jesús inculcó que debemos perdonar a quienes nos ofenden, no solo una vez, sino setenta veces siete. El perdón, según Jesús, es una actitud del corazón que refleja la misericordia y la gracia de Dios hacia nosotros.
Jesús personificó y enseñó la humildad, afirmando que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Invitó a sus seguidores a servir a los demás en lugar de buscar ser servidos.

Finalmente, solo puedo decir: Feliz cumpleaños mi flaco lindo, Jesús, amado de mi corazón. Gracias por todo tu amor y tus enseñanzas, maestro de maestros.

Como siempre esta columna llega gracias a Sin Fronteras, Cuentic, Nut´s & Co. Y Café Mishqui Huayo.

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