Ciudad del Vaticano. De nuevo asomado a la logia central de la basílica de San Pedro tras la ausencia del año pasado por la pandemia del virus de la COVID-19, el papa Francisco golpeó este sábado de nuevo las conciencias con un mensaje de Navidad en el que aseguró que «nos hemos habituado a que las inmensas tragedias se pasen por alto» y que «corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas».
Ante miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro a pesar de la situación epidemiológica en Italia, Francisco afirmó que en este tiempo de pandemia «se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar».
El pontífice lamentó que esto también se observe «en el ámbito internacional», donde «existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos en vez de los caminos más lentos del diálogo, pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos». Subrayó además que todavía existen «muchos conflictos, crisis y contradicciones, parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos». «Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas», criticó.
CONFLICTOS
Como es habitual en sus mensaje de Navidad, que se convierten en un dura descripción de la actualidad, Francisco comenzó a enumerar los conflictos en el mundo y empezó con Siria, que vive «más de un decenio una guerra que ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados». Continuó con Irak, «que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para levantarse», y Yemen, «donde una enorme tragedia, olvidada por todos, se está perpetrando en silencio desde hace años, provocando muertos cada día».
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