Ver guanacos en Palca es como volver a los orígenes de la humanidad.Ver guanacos en Palca es como volver a los orígenes de la humanidad.

Como una gran descarga de fusilería, seguida de una más impresionante salva de artillería, es lo que se siente cuando se escuchan, de cerca, los impresionantes truenos andinos.

La gente de aquí, imperturbable, les da tanta importancia como al viento, al polvo, o a cualquiera de los elementos comunes de este lugar.

El granizo aparece de golpe, haciendo un ruido ensordecedor al caer en los techos; todo un concierto de la madre naturaleza, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.

El distrito de Palca es uno de los once distritos que integran la provincia Tacna. Su capital, del mismo nombre, está a menos de una hora de viaje, y el altiplano -o puna- a unas 3 horas, dependiendo de la capacidad del vehículo.

Serpenteante… así es el camino rumbo a la puna de Palca, donde se ubican el Tripartito, Anccomarca y el Alto Perú. Es un gigantesco tajo abierto en las laderas de las grandes montañas. Por la izquierda de esta ruta, el camino se acompaña con precipicios de vértigo, que marean con solo mirarlos. Un poco más, algunos kilómetros más… y la vegetación anuncia al ventoso altiplano.

Uno, dos, cuatro… doce guanacos… una docena de robustos y esbeltos guanacos pastando en lo alto de una ladera. Es difícil describir la sensación que provoca el contacto con la naturaleza salvaje… es como volver a los orígenes… a lo que todos fuimos alguna vez en un pasado remoto. El macho alfa emite, una y otra vez, ese estridente sonido que hemos escuchado tantas veces, en tantos documentales, pero esto es distinto… lo escucho en directo. Seguimos avanzando y, extrañamente, el rebaño no se retira. Se ven robustos y grandes… más grandes de lo que la televisión nos enseña.

Las manadas de vicuñas son cosa corriente en estas pampas cubiertas de ichu y tolares, donde los rayos del sol queman como si nos llegaran a través de grandísima lupa. Tampoco es difícil ver el hermoso espectáculo de los venados andinos, las tarucas, con su color plomizo, perfecto para el camuflaje con las piedras y rocas. Estamos con suerte; las estamos mirando: ¡Hermosas! Más allá, por los bofedales, está el suri o ñandú, también llamado avestruz americano. Estos “pajaritos”, sin moverse y vistos de lejos, parecen pequeños árboles en medio de la pampa. Su color también mimetiza perfectamente con el color del adusto altiplano.

¿Cuándo había más hielo… antes o ahora? Le pregunto, con aire de ingenuo a un poblador. “¡Aaantes pe’ maestro!”, me dice, con gesto cansino. “Antes el hielo llegaba hasta aquí. Y ahora, por más frío que haga, solo llega hasta ese lugar”, prosiguió, moviendo el brazo y los dedos. ¿Y cuándo hacía más calor, antes o ahora? Sigo preguntando, igual de “despistado” e “ingenuo”. “Ahora hace más. La gente dice que antes algo así como una tela gigante cubría a la Tierra, y que ahora esa tela se ha gastado y está llena de huecos… Por eso los rayos del sol ahora queman más que antes. Así dice la gente pe’ profe”, concluyó nuestro amodorrado informante.

Nos preocupa esta situación, que es parte visible de ese temible calentamiento que amenaza al planeta. Los glaciares de nuestras cordilleras, al igual que los otros glaciares, están en franco retroceso.

Observamos las montañas y sus blancas cumbres, que asemejan gigantescos pasteles bañados de azúcar. Aún impresionan. Sentimos que nos invitan a volver, para vivir y sentir la vida que surge desde los numerosos arroyuelos que parten de los hielos, alimentando a ríos y bofedales, con sus aguas repletas de pequeños y juguetones peces.

Mientras disfrutamos de su vista, un par de simpáticas perdices se desplazan entre el ichu y la tola… Es el grandioso espectáculo de esta Palca, cercana y salvaje.

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