Miguel Pino PonceMiguel Pino Ponce

En esta campaña, como nunca se ha mostrado una ignorancia supina en conceptos y en temas económicos. Por eso es que se ha confundido gran parte de ellos. Y uno de los principios de la libre competencia es no competir con privilegios. Los que defendemos el libre mercado sabemos perfectamente distinguir entre lo que es una economía social de mercado (que se pregona en la Constitución que los comunistas y sus tontos útiles quieren eliminar) con el mercantilismo que está actualmente en vigencia. Como no conocen conceptos económicos, confunden soberanamente unos con otros.

El mercantilismo tiene como credo y ejecutoria que la inversión privada es un privilegio, que la justicia es una discriminación; y que la propiedad es la desposesión. Y esa es la explicación de la existencia de la Odebrecht. En una economía social de mercado, nunca pudo llegar a existir. Por eso no logró ingresar a los Estados Unidos, Chile o Europa. Ahí no le hubieran permitido sus malas artes y sobre todo la información privilegiada. Acá, este mercantilismo sí. Digamos, para que me entiendan, el mercantilismo es al mercado lo que sendero luminoso a la política. De manera que si los hoy alegres muchachos de la izquierda “moderna”, no quieren ser terruqueados, entonces no confundan conceptos de liberalismo con mercantilismo.

Es más, la sana competencia estimula el buen servicio. Se busca bajar costos, sin atentar contra la calidad; y se busca ganar mercados en base a la competitividad. En el mercantilismo no existe una sana competencia, sino una competencia por tener privilegios. Eso es la degeneración de los mercados; y eso es lo que existe en el Perú. Y lo peor: Si a ese cáncer le adjuntamos el Sida de la burocracia enferma del Perú, de la tramitología, del reglamentarismo, entonces el resultado será que se consiga mayores ingresos a costa de privilegios y compra de funcionarios. Para rematar todo: Pobre del que románticamente al ver cómo es que los cocodrilos disfrazados de empresarios (conocidos como “empresaurios”) que gozan como chanchos en las “ilicitaciones”, llegan al Poder Judicial; el remedio será peor que la enfermedad: Más coimas. Ni hablar de la propiedad, porque en el Perú nadie tiene segura su propiedad, porque gracias a cualquier informe de “asesores”, se puede “viabilizar” cualquier despojo.

Y eso se tiene que cambiar. Y eso se tiene que advertir y distinguir. El mercantilismo hay que combatirlo y exterminarlo, al igual que al maximalismo de izquierda (el propio Lenin, lo tildaba de “infantilismo de izquierda”, y eso que no conoció a la izquierda peruana). Por eso es que sigo bregando a favor de una economía social de mercado, que sin padrinos ni privilegios permita una sana competencia. Para que nuestra justicia sea predecible y confiable, y para que la propiedad sea entendida como un derecho humano (el más importante después de la vida y la libertad; y está contemplada en la Constitución). Por eso, los liberales protestamos y hacemos señera distinción con los mercantilistas, esos que no pueden competir sin coimas, sin comprar conciencias y jueces. Contra esos que viven del monopolio, en todas sus formas. Y contra esos que consideran que hacer una empresa tiene que ser con dinero mal habido y sin riesgo alguno. Esas degeneraciones son las que tanto daño ha hecho y siguen frenando su desarrollo.

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