Decía que J.J. Marroquín no lo invitaba al cielo. Ya lo hizo.Decía que J.J. Marroquín no lo invitaba al cielo. Ya lo hizo.

La voz más poderosa e inconfundible de Puno se apagó para siempre. Se llamaba Juan Espinoza Quilla, hijo de sandinos y entusiasta participante de movimientos religiosos en su juventud hasta que un día entró al mundo radial y permaneció allí hasta el día de su muerte.

Todos los que conocieron su trabajo destacan su talento natural para la actuación. Esa virtud y su carácter alegre lo hacían un periodista único.

No pueden haber dos «cocolocos» ni dos «bolondras», tan bien caracterizados lo hacía Juan.
Ninguno de sus conocidos pudo dar su edad exacta, quizá porque mantenía la energía juvenil que lo hacía bromear con gente de todo tipo, incluso con jóvenes practicantes, siempre con todo respeto y cordialidad.

El amor de su vida fue Onda Azul, pero alternó por un periodo de pocos años en Pachamama. Sus facetas: productor, conductor, actor radial, reportero y padre sumamente hogareño. Un día estaba «reporteando» en la plaza y el otro ya no estaba, para pena de la inmensa cantidad de puneños que lo conocían.

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