No se le entiende al Estado peruano. Hay que usar un convertidor para poder entender su “ilógica”. Y esto parte desde la desquiciada idea de enjaular a la población, supuestamente para evitar contagios. La lógica de quienes viven medrando del presupuesto nacional es de lo más elemental: Piensan que todos son como ellos, que mensualmente – y solo por mirar la computadora- cobran suculentos sueldos. Pero no es así, la mayor parte de la población no vive del presupuesto nacional, sino del día a día. De lo que vende, de lo que contrata y de lo que puede cobrar.
Ahora, si pretenden que con este enclaustramiento va a desaparecer por arte de magia el hambre, la desocupación, el subempleo y la inseguridad ciudadana están soberanamente equivocados. Se agudizará.
Lo peor: Es que esas “quintas columnas” dedicadas a petardear el modelo económico (que además no creen en él) llamados gobiernos regionales y municipales, da la extraña (pero comprensible) casualidad, de que no existe uno solo que se haya dedicado a promover la empresa privada, se apoye a la micro y pequeña empresa. Al contrario, las combaten, pisotean las pocas mercaderías, muelen a palos al vendedor de desayunos al paso; arrebatan, cual buitres, lo poco que tienen estos peruanos que no le piden nada más al Estado, que los dejen trabajar.
Pero son los municipios y gobiernos regionales, quienes sorprendentemente, luego aparecen para criticar al modelo económico, cuando ellos son los primeros en petardearlo, en hacerlo aparecer que solo es para “las empresas transnacionales”. Y nadie les pregunta sobre si en qué forma están apoyando a la micro y pequeña empresa. Los municipios son los eternos enemigos de ellos; son los vampiros uniformados, son las rémoras del tiburón llamado Gobierno Central. A ver digan si ¿no es una letanía de coimas el conseguir una licencia de construcción o de funcionamiento? ¿Acaso no es cierto que para la aprobación del Protocolo COVID, los inspectores no les piden coimas a los empresarios de los restaurantes; y encimas se les prohíbe operar con el 100% de su capacidad, condenándolos a la quiebra? Lo más costeante es que a los restaurante formales, se les sigue al milímetro ¡Pero a los restaurantes informales, donde acuden prestamente cantidad de uniformados no! Ese es el premio de ser formales, de querer contribuir a las arcas fiscales. El mundo al revés.
Hoy, el Gobierno Central, como muestra de su absoluto desinterés por el desarrollo económico, vuelve a las mismas andadas, dejando bajo su discrecionalidad a los municipios para que, en lugar de promover emprendimientos, los persiga. Surge la pregunta que ninguno de los inútiles regidores y consejeros regionales, puede responder: ¿Tenemos alguna norma local o regional que promueva a el micro y pequeña empresa? ¿Hay alguna que los proteja de la quiebra inminente? ¿Hay por parte de los regidores alguna fiscalización sobre los fiscalizadores, que son a la fecha los COVID-Coima? Lo peor, es que con el famoso cuento de las bobas medidas de “bio-seguridad”, obligan a los restaurantes a incrementar la contaminación ambiental, con la cantidad de plásticos y descartables: Vamos a combatir el COVID, contaminando el medio ambiente. ¡Qué tal!
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