Se añora tanto aquellos tiempos en que, para creyentes o no, la Navidad representaba una reunión familiar. Donde por el milagro de la misma, se reunían alrededor de la mesa los hijos que retornaban, los amigos que no se veían. ¿Y los regalitos? Claro que existían, pero digamos que no eran tan importantes –salvo para los niños-, pero para quienes ya ingresaban a la adultez, no era tan importante.
La Navidad no era sinónimo de compras y de endeudamiento inútil como es hoy. Desde los villancicos, que eran un grupo de niños que recorrían domicilios para “adorar al niño”, o las decoraciones de aulas, oficinas, comercios y sobre todo hogares; siempre le dieron un ambiente muy especial a estas fiestas. Además, nadie hizo cuestión de estado sobre si fue el emperador romano quien instituyó la Navidad como una festividad religiosa. Nadie perdía el tiempo en esas exquisiteces; lo importante era la reunión familiar, el grupo y el ambiente.
Pero, poco a poco el espíritu navideño se fue perdiendo en su esencia. Y hoy no hay Navidad sin regalos. Prefieren estos a su significado y a la conmemoración de que en un pesebre de lo más humilde nació Jesús. Simbólico el nacimiento, pero hoy ese significado está devaluado, y hasta a veces ignorado. Ahora, más vale lo gordo de la canasta que el sentimiento con el que te entregan.
Tiene más valor la cantidad de cosas que puedas traer para la Nochebuena, que quienes sean los que estén juntos. Es más importante conseguir un horneado pavo navideño que compartir sentimientos alrededor de una mesa. Y muchos creen que no hay Navidad sin pavo, no importa sin nacimiento.
Por eso, mientras más valor le demos a las cosas que a los sentimientos más valores humanos se perderán. Y entonces por conseguir más cosas se seguirán vendiendo emociones, comprando sentimientos; y más adelante hipotecando conciencias. Luego nos quejamos.
Y para finalizar, por si acaso en nuestro país hemos adoptado (al igual que la legislación) usos y costumbres que no son nuestras: El pavo es parte de la mesa norteamericana, que desde el “thanksgiven day” está presente. O el famoso panetón; que por supuesto es italiano. Por eso, cuando por primera vez visitaba Austria y les preguntaba a mis suegros sobre la sabrosa ave y el dulce panetón ellos me contestaban “estamos en Austria, y acá se come salchichas con chucrut; pero se canta alabanzas a Dios con los amigos; y se reparte galletas hechas en casa”.
Entendí entonces por qué muy cerca de allí, la creación de los señores Mohr y Grûber en 1818 se escuchó por primera vez la llamada “Stille Nacht” (Noche de Paz) que refleja tanto sentimiento humano.
Sea como sea, agnóstico o no, pero la verdad es que añoro el sentimiento navideño. Si tan solo pudiéramos compartir este, antes que saborear el pavo, salchicha, panetón; quien sabe si entenderíamos que realmente existió el milagro de la Navidad, que hizo que en la primera guerra mundial; los encarnizados enemigos, pasaron juntos la Nochebuena. Que la paz sea con Uds. Lo deseo de todo corazón.
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