JORGE QUENTA

Hace unos días, el gobierno italiano aprobó nuevas restricciones contra el coronavirus. Se decretó un confinamiento casi total en las fechas más importantes, entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. Medidas pensadas para permitir un mínimo de sociabilidad, según palabras de su jefe de Estado.

Mientras media Europa teme una tercera ola cuando apenas está saliendo de la segunda, la otra media sigue batallando porque no consigue doblegar la curva de contagios y muertos. La Navidad, según las autoridades y especialistas, causará un repunte de casos tras las celebraciones. Para atenuar esto, varios países están desarrollando medidas más radicales de las que inicialmente tenían previstas. Algunos vuelven a prohibir el comercio no esencial y adelantan las vacaciones escolares para que los colegios queden cerrados.

La Navidad es una fiesta celebrada en la mayoría de los 194 países soberanos reconocidos por la ONU en el mundo. Es una festividad que trasciende el aspecto meramente religioso, pues es una fecha de reencuentro, reconciliación y peticiones de amor, paz y prosperidad. Sin embargo, hay que reconocer que su esencia se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. El modelo capitalista imperante en el mundo la ha mercantilizado al extremo. Durante todo el año es común oír a la gente quejarse de los precios de los productos en el mercado, pero en Navidad las quejas se dejan de lado y las calles y centros comerciales se llenan de individuos ansiosos de comprar lo que “necesitan”. Es un momento de compra compulsiva que no nace de la oferta o de la necesidad, sino de la presión social, a lo que se suma el hecho de que los consumidores poseen un dinero extra, aunque sea pequeño.

La “fiebre de la Navidad” puede incluso arrastrar a muchos al endeudamiento, por los “adelantos” en los trabajos o por el uso desmedido de las tarjetas de crédito. Gastar una alta suma de dinero en las fiestas navideñas ha llegado a convertirse, lastimosamente, en una especie de certificación de amor hacia los seres queridos.

La Navidad del 2020, por obra y gracia de la pandemia, le ha puesto un alto a todo ese frenesí de compra y de venta, de gastos y deudas. Desde Italia hasta EEUU, desde México al Perú o desde Lima hasta Tacna, la economía del pueblo ha sido duramente maltratada, tanto o más que la propia salud.

Definitivamente, la Navidad de este año será la más rara, atípica, especial o inusual de toda la historia moderna. No obstante, si bien la mortal COVID-19 ha conseguido doblegar el aspecto comercial, dudo que consiga lo mismo con el plano espiritual, especialmente si la familia está completa y goza de perfecta salud; algo que ya es un auténtico regalo en estos tiempos de angustia y de crisis.

(*) jkenta@hotmail.com

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