Pocas veces se ha visto en la historia peruana que a un jefe de Estado lo critiquen tan duramente (“con palo y con fierro”) desde la izquierda y derecha ¿Por qué la gente puede ser tan extremista? ¿Es que todos los de la izquierda son “vagos”, “resentidos” y enemigos de la propiedad privada y de la familia cristiana? ¿Es que todos los de la derecha son “egoístas”, “corruptos”, “pitucos” y “enemigos del pueblo”? No, señores, los podridos y los ineptos se encuentran en ambos sectores.

Por lo demás, al ciudadano de a pie no le interesa tanto que sus gobernantes sean de izquierda o derecha, “bonitos” o “feos”, altos o chatos, “blancos” o “cholos”… pues de todo esto hemos tenido entre nuestros jefes de Estado.

El pueblo, los jóvenes idealistas y luchadores, quieren autoridades eficientes y honestas. ¡Eso es lo que quieren!

Francisco Sagasti tiene un curriculum impresionante, muy superior al de casi la totalidad de presidentes que ha tenido el Perú. Estudió ingeniería industrial en la UNI y continuó especializándose en los Estados Unidos. Desde entonces, su vida fue un continuo viajar como consultor y experto en elaborar planes de desarrollo en ciencia y tecnología, trabajando con organismos multilaterales como el Banco Mundial y en entidades privadas como el Foro Nacional/Internacional.

Paralelamente, hizo una notable vida académica, que incluye la publicación de más de veinticinco libros y un destacado paso por el periodismo, de la mano de la revista Caretas. No hay duda de que Sagasti no hubiera sido elegido presidente de haber postulado en una elección convencional o normal: no es gritón ni hablador, no es populista o de hablar campechano y simplón; no es el típico político que encandila a las masas.

A estas alturas del flamante gobierno, los que siempre buscan la razón a la sinrazón ya han googleado hasta el hartazgo el ciberespacio, buscando cualquier dato que les permita embarrar, del modo que fuera, el perfil político del presidente Sagasti. Mientras la izquierda radical lo tilda de “oligarca” y “burgués” (pese a que nació en Barrios Altos), la derecha cavernaria lo llama “terruco”, por un simple hecho fortuito ocurrido durante la famosa toma de la embajada del Japón por el MRTA, en la cual estuvo como simple rehén.

Parte importante de la paranoia “anticomunista” proviene de Willax, un canal de televisión donde sus “periodistas” no vacilan en divulgar información falsa, como lo hicieron Rafael Rey y José Barba, personajes ligados al fujialanismo, que trataron de enlodar las protestas de los jóvenes, y por cuyos desatinos el canal se vio obligado a ofrecer disculpas de manera oficial.

Los que no somos pesimistas, los que no vemos “terrucos” ni “agentes del capitalismo” hasta debajo de la mesa, esperamos que Sagasti, cuyo personalidad y perfil está a años luz del expectorado Merino, cumpla el mismo papel que Valentín Paniagua, cuando se vacó al dictador Fujimori. Necesitamos tranquilidad política para enfrentar la covid-19.

Necesitamos tranquilidad social para enfrentar el impacto económico de esa pandemia; algo mucho más real que los “fantasmas rojos” que tanto obsesionan a la derecha mezquina, cavernaria y retrógrada.

(*) jkenta@hotmail.com

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