MIGUEL PINO PONCEMIGUEL PINO PONCE

No podemos entender el negocio bancario si no entendemos que el interés tiene dos conceptos: es la renta que produce el dinero (si lo presto o deposito) o es el costo del dinero (si me presto), y el negocio bancario, que de por sí es antipático porque da la imagen de la opulencia en tiempos de crisis, basa toda su idea de negocios en ese concepto: será tasa activa si te cobro, y si te pago por tus ahorros, entonces la tasa será pasiva. La diferencia entre lo que paga y lo que cobra es el “spread”, es su utilidad. El banco es un intermediario financiero, presta dinero que no es de él, y justamente por eso es que la ley le da recursos legales para que pueda recuperar su colocación (préstamos).

Es que en la relación banco-cliente, aunque no me crean, es el banco el lado débil, y no interesa que tenga 500 abogados (como cierto banco grandazo) si tú no tienes ninguno, no interesa que te pueda meter un juicio. Si te viene en gana, le pagas, y si no, el banco tendrá que utilizar al Poder Judicial, cuyos plazos son lentísimos y recargados para cobrar, y por más que te gane el juicio, si no tienes garantía alguna, el banco -al considerarte una colocación perdida- tendrá que “provisionar”, es decir, descontar de las utilidades a repartirse esos importes, y eso les huele a chicharrón de sebo a sus accionistas.

En nuestro país no se internaliza que es muy importante tener un buen historial crediticio. Hay algunos idiotas que creen que son muy vivos por prestarse y no pagar, poco a poco sus espacios se cierran y son colocados en las centrales de riesgo (Certicom o Infocorp). Entonces ya no le debes a un banco, le debes a todo el sistema bancario. Al cambio, el moroso será un leproso financiero.

Desde marzo de este año, debido a la COVID-19, el aparato productivo nacional se paralizó. Muchos empresarios no pagaron porque no podían trabajar, el Gobierno se los prohibió y hasta los cerró. Ellos no tuvieron culpa alguna. Digamos que ellos son del primer grupo. Su caso es totalmente distinto a quienes acostumbran a hacer “perro muerto” con todos. La conch*dez y la ingratitud peruana son primas hermanas de la corrupción. Hay gente que vive de préstamos o de estirar sus alharacas tarjetas de crédito, pero luego tapan un hueco para abrir otro grande. Esos son del segundo grupo.

El tema es que muchos empresarios del primer grupo creen que con esta norma los bancos (que en su mayoría ya han refinanciado a sus clientes preferidos, es la verdad) inmediatamente van a reprogramar los pagos y bajar los intereses. Falso, no se ha promulgado el reglamento de la ley, y en ninguno de sus artículos se establece que “deberán” reprogramar, solamente dice que “podrán” reprogramar porque es el Gobierno quien garantiza estos créditos. Inclusive hasta los hipotecarios, que pasan a tener mayor garantía. Ahora, me parece que aplicando una lógica elemental, la moratoria debería ser hasta marzo de 2021. ¿Por qué? Porque fue a partir de marzo de 2020 cuando se obligó a paralizar todo, y no puede ser cargado al cliente. No entiendo el criterio que la norma establece, porque además el aparato productivo no pagó por capricho sino por factores externos y mundiales, pero de todas maneras, algo de apoyo se tendrá. Ahora la recomendación final es que si se prestan, no lo hagan para el “quinceañero” de la hijita o para pasar la fiesta patronal, porque eso es gasto y no inversión. Bonito es prestarse, lo feo viene después. Por eso, no hay que prestarse con la mano en el corazón sino en otra parte.

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