Ana Reátegui, directora de Educación Ejecutiva en ESAN, dio una entrevista a Sin Fronteras en la que analiza la situación de las mypes en esta crisis económica y sanitaria.Ana Reátegui, directora de Educación Ejecutiva en ESAN, dio una entrevista a Sin Fronteras en la que analiza la situación de las mypes en esta crisis económica y sanitaria.

Ana Reátegui, directora de Educación Ejecutiva de ESAN Graduate School of Business analiza la situación de las micro y pequeñas empresas (Mype) del país en un contexto de crisis económica por las consecuencias negativas de la pandemia.

En una entrevista con el diario Sin Fronteras, la economista, MBA por ESAN, doctora en administración por ESADE y profesora de economía y finanzas desde hace 20 años, brinda sugerencias prácticas a las mypes innovadoras para que salgan triunfadoras.

En una coyuntura de crisis económica, ¿qué desafíos tienen las mypes para no desaparecer del mercado?

El gran desafío es contar con la liquidez que les permita pasar estos momentos tan turbulentos. Esto significa contar con el dinero suficiente para poder cumplir con sus compromisos ya pactados, y quedarse con una cantidad de dinero que les permita mantener una mano de obra básica, así como los insumos para poder seguir trabajando y generando ventas. Es probable que los dueños de las mypes hayan recurrido en primera instancia a su propio patrimonio para amortiguar los primeros golpes del confinamiento. Si, además, pudieron negociar préstamos o reprogramar sus deudas con las entidades acreedoras por un período de al menos seis meses, habrían dado un gran paso para poder trabajar con cierta holgura.

¿Cómo deben replantear su modelo de negocio a la nueva realidad?

Probablemente deban reducirse, concentrándose en los productos que tengan una mayor demanda y que roten lo más rápido posible y ser más productivos. Eso les permitirá tener menos riesgo de quedarse con stocks no deseados, y también con dinero inmovilizado. Para lograr una mayor rotación, deben también comprender que el consumidor de sus productos ha cambiado luego del covid-19. Es posible que sus necesidades sean otras, que valore más otras cosas. Por ejemplo, hoy podría ser que se aprecie más unos zapatos cómodos para estar en casa que unos para salir a trabajar.

Un elemento a favor que tienen las mypes es su flexibilidad. Pueden adaptarse más rápido y con menos costos. Eso requiere de una gran intuición y conocimiento del mercado para hacer los ajustes, incluidos cambios de productos y mercados.

Su flexibilidad debe ser usada también para fortalecer la lealtad de los trabajadores, quienes, es posible que, deban hacer también algunas concesiones. El pequeño empresario difícilmente puede cargar solo con el costo del ajuste.

¿De qué manera deben ejecutar un proceso de innovación?

Desde múltiples formas. Primero en la forma de hacer los productos o servicios. Esta pandemia nos ha permitido saber que no necesitábamos de tantas cosas para poder producir, y distribuir los productos, conocemos hoy cuáles son las actividades realmente esenciales.

Las formas de vender también han cambiado. Hoy en día el acceso a internet termina siendo el canal adecuado de comunicación. Es posible que antes del covid-19 las mypes no usaran mucho las herramientas tecnológicas, pero hoy se han dado cuenta que sí pueden hacerlo, que pueden conectarse a través de las redes sociales, y que sí pueden vender en forma segura. Todo esto es un proceso real y concreto de innovación en los negocios. Muchos paradigmas sobre el uso de la tecnología han quedado también destruidos. Deben tratar de aprender acotando los riesgos, concentrándose en la mínima producción viable.

¿La innovación requiere de educación y capacitación para una mejor toma de decisiones?

Sí la requiere; por ejemplo, se necesita aprender rápidamente sobre el uso de las redes sociales, los pagos digitales, los costos, etc. Se debe contratar talento digital, y es probable que antes de esta situación no era algo a lo que las mypes le estuvieran poniendo mucha atención. Pero los dueños de las empresas no solo deben rodearse de personas que sepan manejar la tecnología, sino que también deben aprender ellos mismos, sino se volverán muy dependientes de otros. Es un mundo nuevo, y no hay vuelta atrás, quienes primero comprendan esto, y se adapten, les irá mejor.

A muchas mypes les cuesta aprender el uso de tecnologías básicas, como por ejemplo, canales de venta online o digital, ¿qué les recomienda?

Sí, precisamente, este es un elemento que deben subsanar rápidamente. Si bien pueden comenzar contratando a alguien que los ayude, es muy importante que los propios dueños se formen al menos en la comprensión de los negocios que usan canales digitales. Sin ese conocimiento pueden perder el control de las operaciones. No se puede cosechar sin sembrar previamente.

¿Tienen una alternativa en la asociatividad empresarial?

Sí, creo que la asociatividad en este momento puede ser un canal bueno para pasar estos momentos. La asociación puede hacer que disminuyan los costos fijos. Por ejemplo, la asociación puede contratar talento digital para que soporte a todos los asociados, y se podrían trabajar plataformas de venta comunes, eso las ayudaría mucho. Sin embargo, este tipo de asociaciones requiere un fuerte componente cultural que facilite la generación de confianza entre los asociados, de no lograrse, los puede llevar al fracaso.

¿Es relevante para las mypes constituir más cadenas productivas?

Siempre es bueno tener cadenas productivas, pero en estos tiempos, mejor aún. Los trabajos que permitan la integración de la producción pueden lograr mejores economías de escala, y redundar en beneficios para toda la cadena de producción.

Las cadenas productivas son un instrumento muy potente. El reto está en diseñarlas y gestionarlas apropiadamente para que sean sostenibles. Muchas experiencias funcionan solo mientras alguien más (usualmente el Estado) subsidia sus inversiones y costos de operación.

¿Cómo debe acercarse el Estado al mundo informal?

Primero, el covid-19 presenta la oportunidad irrepetible para lograr la simplificación administrativa. El uso del internet para los trámites y pagos, reduce significativamente el tiempo que debe usar el administrado para actuar en el mundo formal. Pero también es importante disminuir el número de trámites, y disminuir los costos de manera general.

Igualmente, las empresas han visto una ventaja de la formalidad, y es el acceso a las fuentes de financiamiento. Quienes tenían buena parte de sus ventas fuera de la formalidad, no han podido sustentar su verdadero nivel de operaciones, y eso ha limitado el acceso al financiamiento que realmente requerían.

Un elemento siempre olvidado es que el Estado, o sus funcionarios, deben comprender las raíces culturales e históricas que tienen nuestras regiones, y sin ello es difícil hacer cambios que sean aceptados por quienes se pretende regular.

¿El Programa Reactiva Perú es suficiente para atender la creciente necesidad de créditos a bajo costo?

Bien administrado, pienso que sí. Se requiere mayor celeridad para hacer llegar la ayuda a las empresas. También es necesario perfeccionar y crear fondos de garantía que le permita a las mypes pasar los próximos dos años, que van a ser seguir siendo complejos. Si bien ahora están recibiendo fondos con garantías del Estado por una situación extrema, a partir de esta situación se debe estructurar fondos permanentes que puedan ayudarlos a recibir garantías del Estado para que en lo sucesivo puedan acceder a créditos a tasas de interés más razonables.

¿Qué aconseja a las mypes de Arequipa, Tacna, Puno y del país en general para tener optimismo en futuros emprendimientos?

El sur del país siempre ha demostrado tener mucha actividad comercial, y seguramente continuarán con la larga tradición de comercio interregional. Tal vez luego del covid-19 se debe comprender que la salud es primordial, y que siempre es recomendable tener ciertos fondos patrimoniales en resguardo.

También que la formalidad tiene la gran ventaja de poder tener acceso a financiamiento siempre, no sólo en la pandemia, por lo tanto, sería recomendable que paulatinamente vayan poniendo sus operaciones en orden. Se han dado casos de empresarios que luego de la formalización venden y ganan más que antes, ya que precisamente el desorden en sus negocios no permitía saber dónde se ganaba o se perdía, o no podían identificar que alguien estuviera siendo deshonesto dentro de la organización.

El país ha tocado fondo, ¿se ve la luz al final del túnel?

Respecto a la pandemia y sobre sus efectos en la economía, creo que sí hemos tocado fondo, pero aún tenemos elecciones presidenciales y de Congreso en el 2021. Esta situación imprime mucha incertidumbre y no ayuda a mirar con claridad los próximos años.

¿Qué lección deja esta pandemia que provoca enorme daño a Perú y a la economía mundial?

Deja la lección de lo frágiles que somos los seres humanos, de lo importante que es la salud para todos, independientemente de la nacionalidad, y en nuestro caso, lo poco atendida que ha estado históricamente.

Asimismo, nos deja una lección que como sociedad tenemos mucho que mejorar, no comprendemos bien el sentido del bien común, no somos buenos siguiendo instrucciones, y eso hace que el equipo juegue desordenadamente, afectando la productividad del país. Por último, se ha ratificado que el liderazgo en todos sus niveles es clave para que podamos avanzar juntos. Al final queda claro que el capital más importante es el capital social, constituido por el tejido que une a los ciudadanos y la relación que ha forjado con el Estado. La crisis ha desnudado muchas de nuestras falencias en ese aspecto.

¿La educación está por encima de todo?, ¿el conocimiento es el mayor capital humano?

La educación y la salud deben estar por encima de todo. Ambos son inherentes al capital humano. Las personas con buena formación (técnica o profesional) podrán obtener empleos mejor remunerados.

Las personas saludables podrán asumir responsabilidades adecuadamente, trabajar el número de horas necesario y hacerlo bien.

Tenemos que seguir trabajando para que en las zonas del sur, por ejemplo, no sólo haya universidades, sino también institutos técnicos que permitan a los jóvenes aprender oficios que les permita integrarse a la actividad económica. Estos institutos no solo deben ser vinculados a la industria o a la construcción, sino también a la agricultura, la salud, entre otros.

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