Javier Del Rio AlbaJavier Del Rio Alba

Según información de la Gerencia Regional de Salud de Arequipa, en las pruebas tomadas el viernes 14 de agosto se detectaron 1,834 casos de covid-19, en las tomadas el lunes 17 se detectaron 1,582 y en las del jueves 20 de agosto 1,958 casos más.

Según un informe publicado en el diario “El Comercio”, en base también a datos oficiales, al 8 de agosto 1,500 arequipeños por cada 100,000 habitantes de nuestra región estaban también con covid-19. Si bien estas cifras son de por sí alarmantes, la realidad es bastante peor porque muchísimos casos no son reportados a las autoridades sanitarias, sea porque los mismos portadores del virus no saben que lo tienen o porque no se dan el trabajo de hacerlo.

Algunos médicos me han dicho que, siguiendo otros indicadores, la cifra de infectados sería muchísimo mayor. Incluso hay quien sostiene que más del 20% de la población arequipeña estaría portando el virus en estos días. Pero, aun ciñéndonos sólo a las cifras oficiales, podemos concluir que hay una elevada posibilidad de que al salir de casa nos encontremos, compartamos un lugar cerrado y/o hasta interactuemos con personas portadoras del covid-19, con las consecuentes posibilidades de ser contagiados y contagiar a otros si no tomamos las debidas precauciones. Considerando además la falta de oxígeno, la situación de nuestros hospitales, la insuficiencia de personal médico y de camas UCI, la posibilidad de morir o causar la muerte de otros sería mucho mayor que un simple riesgo.

Podría contarles no pocos casos de enfermos que se ahogan por falta de oxígeno, llamadas de personas que ruegan por un balón de ese producto o una cama en el hospital, o me piden oraciones por un familiar que se debate entre la vida y la muerte, o, peor aun, lloran sin consuelo la pérdida de un ser querido a causa de esta enfermedad. Es desgarrador. Y lo más duro es que muchos de esos casos se hubieran podido evitar.

Desde la Iglesia Católica, en forma conjunta con empresas e instituciones de la sociedad civil, estamos trabajando arduamente para mitigar esta dramática situación. Dios mediante, en pocos días estará funcionando la planta de oxígeno que hemos conseguido para el hospital Carlos A. Seguín, con la cual se podrá atender a muchos más pacientes. Asimismo, en las próximas semanas pondremos en funcionamiento un Centro Comunitario de Oxigenación, llegarán balones de oxígeno que serán administrados por nuestra Cáritas Diocesana a favor de las familias más pobres y entregaremos un importante número de ventiladores automáticos a EsSalud y el hospital Honorio Delgado. Sin embargo, nada de lo que se pueda hacer será suficiente si no evitamos que el virus se siga propagando.

La fórmula no es difícil: evitar salir de casa y, si se tiene que hacer o se reciben visitas, usar siempre la mascarilla, mantener la distancia social, lavarse las manos o usar alcohol con frecuencia y, en cuanto se sientan los primeros síntomas, por más leves que sean, acudir al médico. ¿Podrían ayudarme difundiendo estas medidas entre todos sus conocidos? ¡Salvaríamos muchas vidas!

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