Cerro Colorado. Apostados en las barandas de un pequeño puente o sentados en los rieles del tren, decenas de personas, antes de la emergencia sanitaria, esperaban la llegada de ‘reclutadores’ que se los llevaban en la tolva de camionetas o en camiones de carga.
Junto a ellos estaban otro grupo de ciudadanos que aprovechaban la ocasión para venderles desayunos u otros productos.
Al inicio de la cuarentena, el flujo de personas que circulaban por la avenida Aviación, al ingreso del pueblo Tradicional de Zamácola (Cerro Colorado), disminuyó.
Sin embargo, a casi cuatro meses del aislamiento social obligatorio que se vive en la región, en este punto del distrito la única diferencia entre esta nueva convivencia y la anterior a la pandemia, es la presencia de la mascarilla, la cual muchas veces no se usa correctamente. La distancia social no existe.
En la mañana, son aquellos caballeros o señoras que con una mochila o una bolsa en mano esperan conseguir un empleo temporal, y en las tardes la calle se llena de vendedores.
El comercio ambulatorio ha llegado a otro nivel a lo largo de esta pandemia, junto con la crisis económica que ha traído consigo: se formaron ferias informales en las principales avenidas, como la vía Evitamiento.
En otro momento, el alcalde cerreño Benigno Cornejo indicó que la mayoría de los vendedores provenían de otros distritos como José Luis Bustamante y Rivero, donde la plataforma comercial más grande, Avelino Cáceres, permaneció cerrada por unos 2 meses.
Entonces se creía que una vez que la autoridad de ese distrito autorizara la reapertura de sus mercados, el flujo de la informalidad se reduciría en Cerro Colorado.
CÍRCULO VICIOSO
Según el empadronamiento realizado a los cerca de 4 mil ambulantes -explica el subgerente de Licencias e Itse, Eduardo Arrayán-, cuando los comerciantes regresaran a sus centros de trabajo, en el distrito solo quedaría un 20%. Este grupo debía ser erradicado; así se acordó en una reunión con el Comando Covid-19.
Hace poco más de una semana, solo 11 de los 54 mercados que congrega la plataforma comercial del Avelino reabrieron sus puertas. Pero el comercio informal no disminuyó; por el contrario, en algunas zonas aumenta.
En la avenida 54, por ejemplo, antes vendían solo productos de primera necesidad y en cantidades pequeñas, ahora llegan camiones y se ofertan hasta prendas de vestir.
El problema es que en estos puntos no hay control sobre el cumplimiento de las medidas de salubridad para evitar contagiarse del covid-19.
Arrayán señala que se ha llegado a conversar con ellos, algún líder, para que se comprometan a que entre ellos mismos se organicen y se ordenen, tarea que aún no se logra.
Advierte que esto se ha convertido en un juego del gato y el ratón. Los desalojan de un lugar, pero al día siguiente ya están en otro, o si no, días después regresan. Un círculo vicioso que amenaza con quedarse en el distrito cerreño.
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