Las casas son nuevas. De una y dos plantas. Con ladrillo, cemento y techos a dos aguas de policarbonato y plástico. En Pacchani, en el corazón devastado de la selva de Melgar, los mineros ilegales intentan disfrazarse de comuneros.
Al frente, una canchita de gras sintético. Al costado, unas plantas de plátano. Simulan ser agricultores. Pero no lo son.
Desde el 2023, cuando las máquinas abrieron camino entre los árboles, empezó el éxodo. Y también la destrucción. La selva retrocedió.
Ahora, con casas recién levantadas, los mineros buscan formalizar una supuesta comunidad campesina: el “Valle Melgar Pacchani”. Detrás de la propuesta está Abad Huarecallo, señalado por el Ministerio Público por delitos ambientales.
En marzo de este año, el fiscal ambiental Federico Chávarry formalizó una denuncia contra Huarecallo y varios más. Sin embargo, es él quien lidera las gestiones para que la Gerencia Regional de Desarrollo Agrario (GRDA) reconozca a los “seudos comuneros”.
El 22 de mayo, funcionarios de ese sector constataron la situación. Lo que hallaron fue un asentamiento con casas, negocios y tiendas en abundancia. Nada parecido a una comunidad agrícola tradicional.
Pacchani ya no es selva. Es una fachada de ladrillo. Y un engaño legal en construcción.