Era el jueves 9 de octubre de 1958. A las 3:52, hora local, Pío XII muere en el palacio de Castel Gandolfo, la residencia papal de verano. Tenía 82 años.
Según la versión oficial, el sucesor número 260 del Apóstol Pedro falleció tras sufrir una insuficiencia cardíaca aguda provocada por un infarto de miocardio. En aquel momento, se aseguró que todo fue súbito. En realidad, ya había sufrido dos derrames cerebrales y estaba postrado.
Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli de los Príncipes de Acquapendente, ejerció su cargo como soberano del Vaticano durante 19 años, desde el 2 de marzo de 1939 hasta su muerte.
Polémica, su gestión al frente de la Santa Sede generó -y aún sigue generando- controversias. De eso no hablaremos.
Pero sí nos detendremos en sus últimos momentos: la traición de su médico, un embalsamamiento fallido y una explosión en medio de su funeral que obligó a cambiar la tradición… Porque lo que explotó fue su cuerpo.
Papa Pío XII: crónica de una muerte anunciada y la primera traición
El pontífice tuvo un primer ictus en la mañana del lunes 6 de octubre; el segundo ocurrió durante las primeras horas del miércoles 8.
Según detallaron algunas crónicas de la época, entró en agonía luego de perder la consciencia. Finalmente, fue declarado muerto durante la madrugada del 9.
Durante su papado, Pio XII eligió, y sostuvo de manera obstinada en el cargo, a Riccardo Galeazzi-Lisi como su médico personal; lo acompañó en este rol hasta que murió. Él era un oftalmólogo reconocido por su incompetencia, que se ocupó de todos los aspectos de la salud papal.
A pesar de tener una formación médica mínima, Galeazzi-Lisi desempeñó un papel oscuro en la Sociedad Internacional de Historia de la Medicina durante los últimos días de Pío XII.
Es que como su tutor, aprovechó la oportunidad para optimizar el tiempo que le quedaba al sumo pontífice. En este sentido, se hizo muy famoso entre la prensa, ya que esta dependía de él para obtener información privilegiada, cuentan en vocal.media.
Tanto así, que había acordado con algunos periodistas que abriría una ventana para darles la primicia de la muerte del papa. Sin embargo, el plan no sólo fracasó sino que generó una enorme confusión cuando, un día antes del fallecimiento, una enfermera abrió esa misma ventana para ventilar la habitación.
Por esto, fueron varios los medios que anunciaron erróneamente la desaparición de Pío XII un día antes de que ocurriera.
La atención mediática sobre él creció aún más cuando -sin ningún tipo de escrúpulos- compartió artículos y fotos de los últimos momentos de agonía del Papa con una revista italiana y con Paris Match, la famosa publicación francesa.
Gracias a él, las tapas de los principales periódicos italianos (y del mundo) compartieron las peores imágenes de los peores momentos del papa. A cambio, recibió miles de dólares.
Explosiones y olor: el resultado de un embalsamamiento fallido
Antiguamente, el proceso de embalsamamiento implicaba conservar los órganos internos de los papas en frascos separados de sus cuerpos, detalla el medio citado. Sin embargo, Pío X consideró esta práctica horrenda y le puso fin en 1914, antes de su propia muerte.
En este contexto, en un momento de su pontificado, el cuestionado médico le enseñó a Pío XII los efectos, que según aseguraba eran milagrosos, de un tratamiento de conservación de cadáveres que había inventado.
¿En qué consistía? Sin empleo de químicos ni inyecciones, el sistema sólo implicaba bañar los cadáveres en una mezcla de agua con hierbas, cubrirlos con aceites esenciales y envolverlos en varias capas de celofán.
Para explicar este «novedoso y exitoso» procedimiento, el médico supuestamente le enseñó a Pío XII algunas fotografías de un hombre que había muerto en un accidente.
Las imágenes daban cuenta de que, luego aplicar su proceso de embalsamamiento, la piel y el estado del cuerpo se veían perfectos. El papa quedó asombrado por estos resultados.
Como el papa Pío XII solicitó la preservación de su cuerpo tras su muerte y su deseo era que permaneciera intacto sin que se le sacara ningún órgano, este sistema natural que ofrecía su médico parecía ser la solución ideal.
Asegurando que eso era lo que quería Pío XII, Galeazzi-Lisi y otro cirujano, Oreste Nuzzi, fueron designados para embalsamarlo.
Pero el calor y una técnica incorrecta generaron el desastre. Es que el celofán obstruía el paso del aire, lo que provocó la acumulación de gases en los órganos a medida que los restos se iban descomponiendo aún más rápido que lo habitual por las reacciones químicas que esto mismo provocaba.
El médico intentó embalsamar por segunda vez el cuerpo, pero esto no resolvió el problema. En ese estado comenzó la tradicional procesión.
Los relatos de la época describen que su cadáver se tornó de un color verde esmeralda y que los impasibles guardias suizos se desmayaron por el olor. Para poder soportar la situación, debían turnarse para la custodia y, de ese modo, evitaban una exposición prolongada.
Según describe vocal.media, durante la procesión de Castel Gandolfo hasta Roma, el público presenció horrorizado cómo el cuerpo comenzaba a descomponerse ante sus ojos.
Los informes indican que el pecho de Pío XII comenzó a expandirse debido a la acumulación de sustancias químicas que no tenían salida. Finalmente, la presión se volvió excesiva y el pecho del Papa se hundió.
Cerca de la basílica de San Juan de Letrán, se escucharon fuertes ruidos -similares a golpes- dentro del ataúd. El tórax del papa Pío había explotado.
Finalmente, al llegar al Vaticano y ante la necesidad de revertir esta dramática situación, se convocó de urgencia a los mejores embalsamadores de Roma para ver qué se podría hacer. El cuerpo todavía tenía que exponerse ante los fieles.
Pero la condición era desesperante. El rostro de Pío XII comenzó a desmembrarse, se le desprendió el tabique nasal. Su color era verdoso y su aspecto tétrico. Incluso, hubo que colocarle una máscara de cera sobre su cara y se elevó la tarima sobre la que estaba para que nadie lo pudiera ver de cerca.
El 25 de octubre de 1958, Galeazzi-Lisi fue despedido por el Colegio Cardenalicio. Además, fue expulsado del Colegio Médico por comportamiento indigno. Pero no por su fracaso profesional sino por revelar información sensible a los medios de comunicación.
El sucesor de Pío XII, el Papa Juan XXIII, lo desterró del Vaticano de por vida.
FUENTE / CLARÍN