Ha transcurrido un mes del fallecimiento de mi padre Vitaliano Gallegos Valdez; un mes de su partida, la que me causa un profundo dolor y pena que seguramente será difícil superarlo.
Me ha dejado después de sesenta años de mi existencia, después de haber compartido tantas vivencias que será difícil de borrar de mi memoria; recuerdos que aún percibo como si fuese ayer las veces que de niño jugábamos a los “trompos”, las “bolas” y haciendo volar las cometas que él mismo las confeccionaba; bajo esa ternura y trato apacible desperté en mi infancia trajinando mi vida a su lado; solíamos ir al estadio a ver los partidos de fútbol y estaba siempre pendiente de lo que hacía; me esperaba en la puerta de la universidad hasta que concluya mis clases para luego regresar a casa, indagando y pidiendo información de mi rendimiento académico. Luego fue testigo de mi experiencia profesional de más de 30 años de abogado.
En fin, un padre noble, bueno y muy responsable con sus hijos; a quien agradezco haberme dado la oportunidad de existir -ya que nadie elegimos nacer- de quien he recogido hábitos y costumbres bien enraizadas, como el hábito de lectura, de leer diarios y revistas, de escribir y hacer del respeto y las buenas costumbres una forma cotidiana de vida.
Ejemplo de superación, persistente y claro con sus proyectos; mi padre se inicio desde muy joven al noble oficio de formar generaciones, estudió Pedagogía en la Universidad “La Cantuta” en Lima; y, luego de obtener una beca por la Organización de Estados Americanos efectuó estudios en la Pontificia Universidad Católica del Perú para continuar un largo servicio público de más de 30 años de trabajo al Estado; jubilado de la función pública se dedicó a escribir textos en donde plasmó sus experiencias, habiendo publicado más de 15 libros que hasta ahora sirven de consulta no solo a estudiantes de pedagogía sino a servidores públicos; también editó artículos, fascículos, material pedagógico que fueron distribuidos a nivel nacional especialmente en centros de formación universitaria y superior.
Una enfermedad lo eligió para atormentarlo, empero enfrentó cotidianamente con sapiencia y ejemplo de resistencia; no se doblegaba y seguía viviendo con las ilusiones y alegrías de ver a su familia compuesta por sus cuatro hijos, le alegraba los logros profesionales de sus nietos y se volvía un niño para jugar con sus dos bisnietos.
Papá “Vito”, como te decíamos, ya te fuiste, pero seguirás por siempre en mis recuerdos, imaginándome que sigues vivo, que me llamarás por teléfono para preguntarme cómo estoy, contarme una noticia o advertirme de un peligro, extrañaré las largas conversaciones que teníamos y la paciencia de escucharme cuando te contaba sobre mi trabajo; ahora con la pena que me alberga salgo a caminar por las calles y parques recordándote, soltando unas lágrimas y dejando que mis penas se vayan.
Hasta pronto papá. Tu hijo Tito Guido Gallegos Gallegos.
La Misa de Honras por el eterno descanso de don «Vito»se ofició ayer a las 6 p.m. en la Iglesia de Yanahuara en Arequipa.