La informalidad laboral es uno de los problemas estructurales que arrastramos, no solo como economía, sino como sociedad. Esta situación expone a las personas a trabajar sin beneficios sociales, así como las condena a niveles bajos de productividad e ingresos, con respecto al sector formal.
De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Hogares del INEI, en la última década, la cantidad de trabajadores informales aumentó sostenidamente (con excepción de 2014 y 2020), al pasar de 11,599,507 en 2013 a 13,441,375 en 2022. Así, en el último año, la tasa de empleo informal a nivel nacional fue del 75.7%, aunque los resultados en el interior del país son todavía más preocupantes.
Entre los departamentos que registraron una tasa de empleo informal por encima del 90%, tenemos a Huancavelica y Puno; luego, por encima del 80%, se encuentra un grupo grande de doce departamentos, encabezado por Huánuco, Ayacucho y Cajamarca, con tasas del 89.9%, 88.6% y 88.3%, respectivamente. Por su parte, la provincia constitucional del Callao, Lima, Moquegua, Arequipa e Ica son los que presentan una informalidad por debajo del 70%, con 61.7%, 63.8%, 67.6%, 68% y 68.7%, respectivamente.
En el caso de Arequipa, si bien es cierto la tasa de informalidad bajó un punto porcentual con respecto a 2021, la cantidad de trabajadores informales aumentó un 4%, pasando de 473,770 a 492,855; es decir, entre 2021 y 2022, fueron 19,085 trabajadores adicionales al año anterior los que se sumaron a la informalidad en la Ciudad Blanca.
Una mayor informalidad se produce naturalmente cuando las oportunidades laborales formales son escasas. Así, una coyuntura de desaceleración económica global y precios altos, como los del año pasado, sazonada con el entrampamiento político y la inacción del Gobierno del presidente Castillo para mitigar la afectación del escenario externo, se tradujo finalmente en una menor confianza empresarial, baja inversión y poco dinamismo de la economía, lo que limitó las oportunidades de generación de empleo formal, es decir, empleo de calidad. Ser formal o informal es una decisión, que depende de los beneficios que se perciban al estar en una u otra condición. Así, mientras que las personas y las empresas no vean el beneficio de ser formales (al contar con mejores servicios públicos: transporte, salud, educación, seguridad, infraestructura en general, entre otros), difícilmente estarán motivados a formar parte de dicho sector.