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Ekeko es el símbolo de la buena suerte y la fortuna

Teófilo Céspedes Bedregal, ha estudiado al ekeko.

Teófilo Céspedes Bedregal, ha estudiado al ekeko.

El Ekeko es el personaje infaltable en la feria de las alasitas. Son muchos los autores que han escrito sobre este diosecillo cargado de fortuna y la tradicional feria.

Uno de ellos es Jesús Teófilo Céspedes Bedregal, quien en su último poemario narrativo “Humanismo esperanzado”, se refiere a este diminuto diosecillo de la fortuna.

MITOLÓGICO

“El Ekeko es un hombrecito mitológico y misterioso, engendrado por el vehemente deseo de alcanzar fortuna”, sostiene y asegura que este personaje surgió “en la vertiente de la imaginación del hombre andino, arrullado por la esperanza de conseguir lo que el pasado ni el presente pudo brindarle; envuelto en pañales de fe que le permite obsequiar riquezas que facilite el bienestar”, redactó en su última obra.

“Cabalgando en la tradición ancestral de tiempos remotos, llega al escenario de la vida kollavina, ataviado con un conjunto alegórico que lo presenta dueño de febril fortuna, convirtiendo en amuleto humano, codiciado, engreído y respetado”, añadió el escritor ilaveño que nació el 16 de julio de 1920 y falleció el 9 de noviembre del 2006.

HACEDOR DE FORTUNA

Céspedes Bedregal definió al ekeko como “El hombrecito de la buena suerte carga livianamente una serie de objetos disímiles, desde billetes verdes, azules, rosados, monedas de plata, sacos de harina, arroz, quinua, licores, refrescos, chicha de jora, cigarrillos, chompas, vestidos, todo en miniatura, hasta animalitos, casitas, instrumentos musicales y un auténtico quirquincho en miniatura, ensortijado a una variedad de objetos de uso, que amasa suerte y fortuna”.

Para el autor, “el Ekeko es considerado como el mágico de la Buena Suerte, permite adquirir riqueza no precisamente robando o implorando limosna, sino trastocando el trabajo en fuente de fortuna y bienestar”.

CÁBALA

La mente del morador andino rodea a este personaje singular, con una aureola de misterio, su proyección espiritual lo convierte en Ser Mágico, que revierte la pobreza en riqueza.

Lo imposible en posibilidad real, lo lejano en próximo, lo ideal en realidad, la existencia del Ekeko evoca el trabajo como medio eficaz de alcanzar fortuna.

“Dos fuerzas fundamentales e imprescindibles se estrechan en la magia del Ekeko: el trabajo como opción material y la fe como condicionante espiritual, que en corto tiempo permita vivir digna y humanamente”, asegura.

BUENA SUERTE

El Ekeko, dueño de la buena suerte y de la fortuna bien habida, es un ente que dinamiza, lo más íntimo del ser humano, creando la esperanza para lograr un cambio que le permita vivir plenamente.

Lo evidente es que el Ekeko crea el optimismo, induciendo al andino a trabajar luchando por conseguir, lo que ayer no pudo lograr y lo que puede alcanzar en el presente, mostrando en el futuro la fortuna de su trabajo.

Adquirir un Ekeko es asirse de un medio personaje histológico para convertir la vida infeliz, en feliz, la pobreza en bienestar.

Para el andino, tener en su hogar un Ekeko, es ser afortunado, revertirse con la suerte que le da la magia ekequil. “Ekeko, símbolo de la buena suerte, de la Fortuna bien habida y del bienestar bien ganado”, escribió.

Jesús Teófilo Céspedes Bedregal, cuando niño correteó en el río Ilave y Huenkasi (Huenque) culminó su secundaria en el Colegio Nacional San Carlos de Puno, y en 1952 ganó una beca en la Crefal (Pátzcuaro – México), donde escribe su primer libro: “Educación fundamental para México y Perú”.

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