Calana. “En tiempos de carnaval se formaban pandillas con las señoras de aquí. Ellas, con sus polleras de colorines, bailaban alegres, mientras los hombres tocaban su charanguito, todos llenos de serpentinas y mixtura que les caía del cabello y del cuello. Iban bailando de casa en casa, mientras la gente les convidaba la rica chicha de jora y chancaca. Y con el calor, ¡todos nos metíamos al río Caplina a jugar con el agua!”. Así recuerda doña Obdulia Gutiérrez los alegres días de carnaval en la Calana de los años 40, poco más de diez años después del fin del cautiverio de Tacna.
En esos tiempos Calana, al igual que todo el valle viejo, era un vergel de árboles de variadísimo tipo donde destacaban los frutales, rebosantes de uvas, higos, membrillos, duraznos y otros que junto con las vilcas, molles, eucaliptos y grandes mechones de cañaverales adquirían un perfil de auténtico bosque de cuento, cuando la kamanchaca se apoderaba de las fértiles chacras en los húmedos meses de junio y de julio. En este entorno germinaron interminables historias fantásticas de cabezas voladoras, diablos y duendes, especialmente de estos últimos, que eran tan comunes como casi cualquiera de las avecillas o animalillos que pueblan el valle. Felizmente, y para solaz del turista, Calana conserva todavía esa magia de los tiempos de antaño.
ESPECTÁCULO DESDE LOS CERROS
Subiendo desde la ciudad, a la izquierda, se encuentra el cerro Intiorko, en cuyas laderas abundan “las siemprevivas” (tillandsias), plantas epífitas (que crecen sobre otro vegetal u objeto que usan como soporte) características de nuestros desiertos costeros. Con ellas se acostumbra elaborar una serie de figuras y emblemas, algunos con ciertos matices artísticos. Desde los cerros del margen derecho es todo un espectáculo ver al sol elevarse por encima de los blancos nevados, y lo mismo cuando se observa a la neblina detenerse en un sitio preciso, como ante gigante y misteriosa pared invisible. ¡Espectacular! Desde estos cerros se observa también al joven valle de Higuerani, cuyo verdor serpentea hasta más allá de los límites con la vecina Pachía, pero nada es tan alucinante como la visión de Tacna y el valle viejo, de Calana hacia abajo, cubiertos totalmente por un inmenso manto de aquella neblina, dando la impresión de que nuestra ciudad ha sido engullida por las aguas o que simplemente se trata de un paisaje marino o lacustre. ¡Impresionante!
En invierno, antes del amanecer, subir por los cerros es una experiencia inquietante. La neblina les da un aspecto fantasmagórico, haciendo crear la ilusión de que por allí se aparecerán algunos de los fantásticos seres de nuestros cuentos y leyendas, pero ninguno de los cerros de Tacna tiene la aureola mística del cerro de la Pachamama. Este cerro, lugar de peregrinación en Semana Santa, encierra una tradición religiosa que se remonta a tiempos de los pueblos originarios. Los adultos mayores conservan en la memoria una antigua leyenda, muy similar en contexto a la historia bíblica de la mujer de Lot y el castigo de las pecadoras ciudades de Sodoma y Gomorra: en la parte alta del cerro se observa una misteriosa y solitaria roca en la que se adivina la misteriosa figura de una mujer con su hijo.
Por estos lugares se encuentra también la Casa del Diablo, que forma parte del folclor mágico del distrito, el cual desde tiempos coloniales era lugar de tránsito para las recuas que iban hasta la lejana Bolivia por los antiguos caminos de herradura. Historias de “pactos secretos” y de “tapados” (entierros) con fabulosos tesoros se contaban en las noches familiares, cuando solo las velas y mecheros alumbraban con sus débiles luces las noches de antaño.
En los últimos años, por el sendero que va desde Piedra Blanca a Higuerani, discurren alegres grupos de ciclistas que le dan duro al pedal en la seguridad de la ausencia del temible tráfico automotor. Los más audaces se animan a subir por los cerros, disfrutando de la adrenalina que deriva de bajar por la pendiente, con las ropas ondeando como banderas y el viento sacudiendo los rostros.
GASTRONOMÍA
Subiendo por la avenida Celestino Vargas, y desde los mismos límites del distrito, el viajero se encuentra frente a la tentadora invitación de los sabrosos potajes del sitio que concentra (fuera de la ciudad de Tacna) la mayor cantidad de oferta gastronómica de toda la región. Los Rosales y La Quinta Franco son los restaurantes más antiguos, y compiten en calidad y sabor con El Patroncito, La Escondida, La Chullpa, El Álamo, El Huarango, Azul-Azul, Mechita, Rosita, Doña Maty, Pequeña Roma y Las Parras, entre otros, los mismos que ofrecen una interminable lista de potajes, incluyendo el popular “combinao”, que ya se ha hecho popular entre los devotos del placer de la gastronomía. Cazuela de gallina, cuy chactado, choclo con queso, picante a la tacneña, chicharrón de chancho, pepián de cuy, adobo de chancho, arroz con pato… ¡qué delicia! Todos estos son platos tradicionales del distrito y entran a concurso en las diferentes fechas del calendario festivo, donde casi siempre resultan ganadores el picante y la cazuela, preparada -¡cómo no!- con gallina de chacra.
FIESTA DE CREACIÓN
¡Y Calana está de fiesta! El 20 de agosto de 1872 el distrito fue creado por ley del Congreso de la República, durante el gobierno de Manuel Pardo, el primer presidente civil del Perú. Respetando los respectivos protocolos de bioseguridad, la municipalidad ha organizado una serie de actividades, como una feria itinerante, un circuito turístico en mirabús, un concurso de platos típicos y una alegre tarde artístico-cultural, todo para el próximo jueves 19. Será una excelente oportunidad para conocer un distrito donde el visitante retrocederá en el tiempo, con la vista de numerosas casas y recintos que parecen extraídos de una estampa de la Tacna de antaño, todo en armonía con sus tranquilas y hermosas plazas y con el amable verdor de sus chacras. ¡Vamos a Calana!