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Arequipeño, ni grande ni pequeño

Wilfredo Mendoza

Wilfredo Mendoza

Hace una buena cantidad de años y mucha agua que ha discurrido bajo el puente, cuando vine a vivir a esta hermosa tierra. Y, como bien dijo doña Doris Gibson, un “arequipeño nace donde le da la gana”; nada más cierto para quienes sin haber nacido en esta Ciudad Blanca nos sentimos (como lo hago) parte de este indómito pedazo de tierra.

También debo acotar que, aunque he vivido en distintos puntos del país, uno «nace» donde mejor se siente, y eso me sucede con la patria chica de Mariano Melgar, Francisco Mostajo, Paulet y Mostajo, Mario Vargas Llosa, y tantos nombres que escapan a mi frágil memoria.

La Arequipa que recuerdo es la ciudad de hace unos 35 años atrás, cuando los tiempos eran menos presurosos, y aunque hoy todavía uno se detiene a conversar con los buenos amigos, esta sigue siendo un “pedazo de cielo”, como escribió don Mario Polar.

También existe una frase popular, “No en vano se nace al pie de un volcán”, que repiten como un mantra al levantar la mirada y encontrarse frente al majestuoso Misti, el volcán más icónico e imponente de los andes peruanos. Esta frase, además, les recuerda que la fuerza nace desde dentro, como la lava de un volcán, y que se materializa cuando más se necesita.

Los arequipeños saben mucho de resiliencia, de tomar fuerzas de donde ya no queda casi nada. La historia los ha puesto a prueba muchas veces. Cabe mencionar tan solo algunos episodios como los terremotos de 1958, 1960 y 2001, que dejaron sensaciones de angustia en las generaciones posteriores. Sin embargo, aquellos momentos y pesares sacaron a relucir el espíritu rebelde y confrontador de los arequipeños, e hizo posible tomar las lecciones del pasado para volverse a levantar una y otra, y otra vez.

Como ha descrito más de un historiador para celebrar la raza y orgullo de los hijos de esta tierra del volcán Misti:

“Como arequipeño que soy,
tierra mía, quiero que sepas hoy,
que por ti hasta la vida doy;
Soy impulsivo y natural,
soy rebelde y emprendedor,
amo la vida urbana y rural,
y detesto ser un perdedor.
Arequipa, eres mi ciudad,
mi tierra, mi suelo, mi felicidad:
Arequipa, eres parte del orgullo del Perú,
siempre te tendré eterna gratitud,
te llevo en mi alma y en mi corazón,
escuchar tu nombre me llena de emoción!»

Parte de un poema de Rusbel Benavente, que grafica el amor de un hijo de Arequipa.

En suma, al margen de disquisiciones, sigo pensando que vivir en Arequipa y disfrutar de todo lo que disfrutamos, al margen de sus impresentables autoridades (alcalde provincial y presidente regional), seguimos adelante, creciendo y trabajando por un mejor futuro. Ese es el camino en este nuevo aniversario.

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