Cercado. ‘Alaseña’ es el único restaurante en Latinoamérica donde los comensales pueden ‘hablar’, sin ningún temor a ser juzgados de maleducados, con la boca llena. Es que en este negocio, situado en la calle Zela del Centro Histórico de la ciudad de Arequipa, la inclusión no significa alterar la gramática del idioma castellano, sino –más bien– ofrecer la oportunidad a unos 30 mil sordos que radican en la región de comunicarse con la lengua de señas.
«Hablan en otro idioma, hablan con las manos», dice Esteban Ramírez, propietario del único restaurante donde la mesera es sordomuda.
Eso no quiere decir que la variedad de platillos, especializados en carnes y hamburguesas a la parrilla, estén dirigidos solo a personas con discapacidad auditiva, sino al público en general.
«Los oyentes pueden aprender a decir su nombre con las señas. Y cada platillo tiene una imagen con una letra en la lengua de señas para pedirlo. Milagros Mamani, nuestra mesera, se ha adecuado bastante bien al negocio. Las personas pueden disfrutar de una experiencia diferente, divertida y pueden aprender alguito», explica Esteban.
En el Perú, según el último censo poblacional del año 2017, existen más de 500 mil sordos, personas que diariamente son excluidas en lugares públicos por la única condición de que se comunican diferente al resto.
«A mi papá, que era obrero de la empresa Graña y Montero, lo despidieron solo por ser sordo hace 15 años. Luego tuvo que conseguir un empleo de manera informal», lamenta el dueño de Alaseña.
Esa es también una de las múltiples razones por las que Esteban y su hermano Luis Ramírez, hijos oyentes de padres sordos, decidieron fundar este restaurante el 1 de marzo de este año, en plena pandemia del nuevo coronavirus.
«Queremos una verdadera inclusión para personas que realmente no tienen oportunidades. Por decir ‘nosotros’ en lugar de ‘nosotres’, en realidad no te estoy excluyendo. En cambio, si hay una persona que nos ve y no nos puede entender, eso si es una exclusión. Uno de los objetivos del negocio es dar trabajo a las personas sordas», asevera.
No todos los sordos saben leer los labios o escribir, ni lograrán escuchar si les gritas. Los oyentes, como cuestiona Esteban, cuando no intentan comunicarse con señas, se ven para los sordos como ridículos.
‘Alaseña’ tiene un semestre de haber sido aperturado, pero la discriminación y exclusión existe desde tiempos inmemorables. El trabajo por cambiar estos males en una sociedad oyente y excluyente aún sigue siendo arduo.