Soy un melómano. Soy un amante de la buena música, esa que llega y disuelve las penas y envuelve en papel las alegrías. Como decía el escritor Oscar Wilde: “El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos”.
La música, desde que tengo uso de razón, me ha ido acompañando en los vaivenes de la vida, y hoy toca hurgar en los recuerdos, cuando en casa escuchábamos a los cantantes de toda una vida, Camilo Sesto, Nino Bravo, José José, Javier Solís, Pecos Kanvas, Adamo, Los Ángeles Negros, Los Iracundos, y lugar especial guarda el español Juan Bau, con su Estrella de David, desde entonces me encandila y devuelve al olor a tierra fresca, cuando llovía torrencialmente en los lugares que he transitado.
Hoy que vivimos en la época de Youtube o Spotify es bueno recordar la época del vinilo de 33 o 45 rpm, cuando la aguja tocaba sobre el disco y el incomparable sonido estereofónico era como hasta ahora, lo mejor de lo mejor.
Andando luego, vino el casette, que por ahí los sigo guardando como reliquias, y los recuerdos de épocas que fueron y nunca volverán, donde el tiempo iba más y muy despacio, y solo queda atesorarlos hoy en estos tiempos de pandemia y mucho dolor.
Sucesivamente, vino el CD, y mis hijos me tildan de viejo, y dicen que eso ya no se usa, que no sirven, y terco los pongo, cada vez menos pero los pongo, y siento que la vida se nos escapa, y es mejor seguir guardando los buenos recuerdos para vivir, mejor sobrevivir.
La música es el mejor bálsamo para curar todo tipo de heridas, desde el vals, cumbia, chicha, baladas, rock, clásica, boleros, en fin, para contarles que el vals del Zambo Cavero, Te sigo, se lo dediqué a mi compañera de siempre, solo ella sabe lo que significa.
En realidad, la música no se canta, solo apenas se respira, y a veces es mejor poner pausa, para escuchar una buena canción, y hurgar en los recuerdos para decir que seguimos vivos, cuando otros ni siquiera eso pueden.
En CD o Sopity, lo esencial es escuchar esa vieja canción que se parece tanto a la vieja fotografía que de tanto mirarla nos recuerda a algo o alguien, no importa a quién, y ocultar una que otra lágrima, porque al fin y al cabo la vida es lo que uno hace o deshace. Y los recuerdos son el ancla que nos permite revivir lo que alguna vez fue y nunca más será. La música es como la vida, buenos y malos recuerdos, es de lo que estamos hechos y muchas veces deshechos, pero vivos, es la clave, porque al final de cuentas la música es solo buscar palabras, y solo espero haberlas encontrado. Ya sea en lágrimas y uno que otro buen recuerdo. Es todo.