Debo confesar que hace 17 años tuve una de las alegrías más grandes del mundo, cuando nació mi pequeña y frágil Valentina Milagros, y el bolero de Lucho Barrios desde entonces me acompaña y me da pie para robar el título “Mi niña bonita”, y es lo que todo padre sueña: una niña frágil que comienza a recorrer el mundo con sus propios pies, como hoy lo hacen miles de hijas en esta suerte de mundo casi inhóspito y cruel.
No voy a cansarl@s con resquicios paternales, solo puedo confesar públicamente que cada vez que escucho ese eterno bolero, una que otra lágrima asoma pertinaz, y los recuerdos van y vienen, como ese bendito día que volviste a iluminar mi vida, como imagino les ocurre a muchos padres.
Cuando digo ‘sus propios pies’, es importante señalar que los hijos no son nuestros, son “prestados” por la vida, apenas un suspiro, que más temprano que tarde van a trazar su propio destino, como diría el eterno Antonio Machado, “caminante no hay camino, el camino se hace al andar…”
Son avecillas que apenas les enseñamos unas cuantas cosas, que siempre esperamos les sirvan para mañana más tarde, cuando tengan que tomar sus propias decisiones, y ese es el más grande temor, que nunca nos abandonará, sino hasta el día en que vayamos camino a convertirnos en polvo.
El mundo actual no sólo es distinto, es más cruel, más agresivo, encima una pandemia que no solo nos ha recluido, nos ha vuelto más inseguros, y una violencia que no solo crece, sino que nada ni nadie la detiene.
Ese es el mundo que le espera a mi Vale, imagino que miles de progenitores están con el corazón en vilo y permanente zozobra, y buscamos extender el manto protector hasta que los pies ayuden, y cuando no puedan, el corazón seguirá su rumbo por el fin de los días crueles que veo pasar.
En fin, solo esperamos que, como el ave, vuele y vuele, cuando se canse, pise sobre seguro, y aunque caiga una y otra vez, se levante día a día. Es mi deseo, pero como todo deseo se evapora en el aire quedo y quieto, es como ahora pensativo quedo. Inerte.
Al final, mi querida Vale, solo recuerda que el camino que tomes, sea cual fuere, estaré (con la autora de tus días) acompañándote siempre en silencio y no diré nada, porque tienes todo el derecho a forjar tu propio camino, como hace 17 años en que me hiciste el padre más feliz del mundo.
Ese es el destino de los padres, ver que los hijos vuelen y vayan por el mundo y sigan y sigan, hasta que el cansancio los detenga y echen raíces donde quieren, donde puedan. Es el destino de los hijos que alguna vez fuimos y siempre seremos. De fondo, sigue resonando Mi niña bonita, espero que por siempre jamás.