No hay duda de que el 2020 será recordado como el “año de la pandemia”, el año en que el mundo quedó paralizado, en estado de shock, como se ve en las películas del género catastrofista o de ciencia ficción. Es la primera crisis sanitaria auténticamente global, en el sentido de que se expandió vertiginosamente y afectó a todos los rincones de la Tierra, incluida la Antártida.
Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo acerca del mortal covid-19. Desde que se evidenció su presencia, en Wuhan, China, en diciembre de 2019, se han esbozado una chocante variedad de tesis sobre su trasfondo y origen, desde las más alucinantes teorías conspiranoicas, hasta aquellas más sensatas (científicas), como la que plantea que todo no es más que una consecuencia de la alteración de los ecosistemas por acción del hombre; una especie de “venganza de la Tierra”, usando las casi apocalípticas palabras de James Lovelock: “Como civilización, somos como un toxicómano que morirá si sigue consumiendo su droga, pero también morirá si la deja de golpe. Nuestra inteligencia y creatividad nos han metido en este atolladero. Todo comenzó hace cien mil años, cuando prendimos fuego a los bosques porque nos resultaba más cómodo para cazar. En ese momento dejamos de ser un animal más e iniciamos la demolición de la Tierra”.
EE.UU. sigue siendo el país más afectado por la crisis sanitaria mundial. Cálculos pesimistas estiman que medio millón de personas fallecerán antes de que las vacunas puedan controlar la pandemia. Aun así, en medio de la crisis Joe Biden fue elegido presidente, pese a las pataletas, chillidos y amenazas de Donald Trump, que pasará a la historia como el más estrafalario jefe de estado en la historia de este país.
El año comenzó con una noticia de alto impacto mundial: el operativo con el que se terminó con la vida de Qassem Soleimani, jefe miliatar iraní. Horrendas fotos de su cuerpo despedazado, que no muestran la prensa ni los buscadores de internet, evidencian la capacidad de Estados Unidos para asesinar impunemente a cualquiera que atente contra los intereses de sus gobernantes. Y lo propio con Israel, aliado de EE.UU., cuyo servicio secreto -según Irán- aniquiló al más importante científico nuclear de este país. Ambos asesinatos fueron hechos con sofisticados medios electrónicos, lo cual nos da una idea clara de cómo serán las guerras del futuro.
En nuestro país, la crisis de la pandemia corrió pareja con una crisis política que no se veía desde tiempos de la caída del dictador Fujimori. Fue elegido un nuevo Congreso, que causó pronta desilusión y rechazo; este logró la vacancia del presidente Vizcarra y entronizó al mediocre Merino, quien pronto renunció obligado por la ira del pueblo.
“Una luz al final del túnel” es una de las expresiones populares más usadas para expresar esperanza, en medio de la tribulación y el dolor. Es lo que sienten millones, en el mundo, para un 2021 que todavía se avizora lleno de incertidumbre, pues las vacunas no llegarán para todos y los pueblos tendrán el dudoso honor de poner a prueba su capacidad para reconstruir su economía aun desde las mismas cenizas. Amén.
(*) jkenta@hotmail.com