Mi cabeza cana era de las pocas que se veían en las marchas. Estuve de principio a fin en las dos grandes jornadas de protesta convocadas contra el gobierno ilegítimo del impresentable Manuel Merino. Hace meses me atreví a pronosticar que lo sucedido en Chile podía replicarse en el Perú. Hablé de una “primavera latina”, en alusión a la “primavera árabe”, una serie concatenada de grandes movilizaciones en pro de la democracia y los derechos sociales que hizo caer a varias dictaduras. Un humilde vendedor ambulante, que se prendió fuego en protesta, fue el chispazo que encendió la pradera.
En nuestro país la muerte de dos auténticos mártires de la democracia, dos jóvenes, trabajadores y estudiosos, finalmente ha hecho caer los podridos cimientos sobre los que se asentaba el gobierno de Merino: una masa amorfa de partidos y personas, con mezquinos intereses particulares; presidiarios buscando ser excarcelados, dueños de universidades “bamba”, empresarios corruptos, partidos políticos ligados a la corrupción, etc., etc.
El torpe Merino tuvo la desfachatez de decir que formó un gabinete de ancha base, cuando en el fondo reclutó a lo más rancio de la derecha peruana, encabezado por un Antero Flores Aráoz, confeso racista y sexista, un fósil de la “república aristocrática”, alguien que minimizaba las protestas con soberbia y con sarcasmo (“No sé qué cosa les molesta”, decía); un personaje relacionado a grupos radicales como “Con mis hijos no te metas” o la llamada “Coordinadora Republicana”, que reúne a lo más cavernario del conservadurismo en el Perú.
La Policía, acatando órdenes del más alto nivel, actuó de una manera desproporcionada y salvaje, arrebatando banderas, golpeando, gaseando, disparando y secuestrando a los jóvenes, siempre usando -ilegalmente- agentes vestidos de civil.
Presionado por las circunstancias, el tal Antero -con la conchudez que lo caracteriza- trató de lavarse las manos, en tanto personajes de mentalidad extraviada, como Martha Chávez, llamaban “terroristas” a todos los marchantes, y mientras una Keiko lanzaba hipócritas comunicados de pesar por la muerte de los mártires, cuando ella es la gran culpable de todo lo que pasa.
¡Renunció Merino! Como docente, me enorgullece ver que los jóvenes parecen despertar de un prolongado letargo. Ya decía yo: solo les falta estímulos morales y la orientación adecuada. Como padre, me entristece profundamente la muerte de los jóvenes mártires, además de la situación de los jóvenes que han quedado gravemente lesionados por la brutalidad policial. Uno de los mártires era un esforzado trabajador, que soñaba con seguir estudios de Derecho. El otro era un ejemplar estudiante de Turismo, de grata recordación por sus maestros. Esta es la juventud que ahora sale a las calles. Esta es la juventud que espero, por fin, logre enderezar el retorcido camino al despeñadero por el que nos han llevado los delincuentes disfrazados de políticos.