Todo ocurrió tan rápido, que luego de conocer la vacancia de Martín Vizcarra, en la noche del pasado lunes 9, recién pude percatarme de la sonrisa triunfal y maquiavélica del golpista Manuel Merino de Lama, quien, satisfecho, anunciaba que Martincito ya no era más presidente.
Todos han hablado hasta la saciedad del nuevo presidente, sobre su falta de educación y no pocos escrúpulos para lograr lo que desde hace tiempo buscaba: apoltronarse en el sillón de Pizarro con la anuencia de 105 borregos congresistas, quienes so pretexto de defender la democracia la trataron como la peor enemiga.
Más de una vez he insistido en que Vizcarra no era el problema. Con el ahora lejos del poder, al final solo hemos cambiado mocos por babas. En buen romance, de un mandatario mentiroso, hemos pasado a un auténtico analfabeto funcional y bufón, quien será señalado como el gran confabulador aupado por César Acuña, un millonario copista, y Omar Chehade, los grandes Judas en estas aciagas horas que vivimos.
En este punto, recurro a Henri Bergson, quien en su ensayo La Risa señala que “Es más bien que el gesto sorprendido parece más francamente maquinal cuando se le puede relacionar con una operación simple, como si tuviese una finalidad mecánica. Sugerir esta interpretación mecánica debe ser uno de los procedimientos favoritos de la parodia. Acabo de deducirlo a priori, pero juzgue que los pícaros tenían la intuición de esto hace ya mucho tiempo”.
Merino de Lama, con su inequívoco gesto, se pinta de cuerpo entero, cuando so pretexto de “incapacidad moral” hizo lo que hoy rechazan y cuestionan millones de peruanos, que vemos con pavor cómo vamos directo al despeñadero de la ingobernabilidad por una simple parodia.
Para variar, otro ígnaro como el congresista acciopopulista (pobre Fernando Belaúnde, en tu nombre se dicen tantas sandeces) Orlando Arapa, ahora nos sale con que “no voy a dar mi voto de confianza al gabinete Aráoz”. El colmo de lo absurdo, en un país que va de tumbo en tumbo por tan evidente incapacidad para gobernar.
¿Qué hicimos para merecer a estos aventureros del poder? A veces pienso que Dios nos ha desamparado tanto; sin embargo, es bueno pensar que en medio de tantas protestas existen miles de jóvenes que no solo rechazan a Vizcarra y a su sucesor, quien, en honor a la verdad, ha resultado un ave de rapiña.
Nada más cierto aquello de que cada pueblo tiene el gobernante que se merece, pero ¿nos merecemos a estos infelices aventureros? No y no, todo es cuestión de un voto responsable, nunca irresponsable. Muy simple, pues a ejercerlo.