La pandemia de la COVID-19 ha impactado en muchas industrias y la cultura no ha sido la excepción. Es más, ha sido uno de los primeros sectores en suspenderse por tiempo indefinido debido a que provoca aglomeraciones en estadios, conciertos, teatros, funciones cinematográficas, museos, exposiciones, entre otros. Como consecuencia, sin la realización de sus actividades en espacios públicos, la falta de ingresos que padecen los artistas se agudizará aún más.
En Arequipa, según el registro catastral de artistas que gestiona el Sindicato de Músicos y Artistas de Arequipa (Simuar), a la fecha hay 2.500 personas que se desarrollan en diferentes ámbitos como la música, actuación, danza, arte visual, pintura, escultura, artesanía, docentes de arte, gestores culturales, etc. Sin embargo, el número total en toda la región supera largamente el padrón oficial, puesto que el 78 % de personas dedicadas al arte no está en planilla por la naturaleza atípica y atemporal de su trabajo. Por ello, se estima que en total son aproximadamente 10 mil artistas.
La mayoría de ellos, al igual que muchos ciudadanos dedicados a otras profesiones, tampoco fueron los elegidos para recibir uno de los bonos que otorgó el Ejecutivo, pese a que Sonia Guillén, exministra de Cultura, enfatizó que serían incluidos. A esto se suma que tampoco accedieron a una canasta de víveres.
No obstante, un nuevo anuncio llegó el último jueves, cuando se informó que el Ejecutivo dispuso una transferencia de 50 millones de soles, través de subvenciones no reembolsables y la adquisición de contenidos culturales, que fomenten el acceso, oferta, producción, circulación y promoción de bienes y servicios culturales, a fin de mitigar los efectos económicos en el sector a causa de la pérdida de sus trabajos.
Según Mario Quispe, secretario de Simuar, dicho anuncio no es una verdadera ayuda ni amortigua la crisis económica que se agudiza día a día para los artistas, puesto que la partida económica transferida ya se asignaba en años anteriores. La diferencia con el presente año es que pasó de S/ 23 millones a S/ 50 millones. Empero, para acceder a dicho beneficio, aclara Quispe, se necesita toda una logística para presentar un proyecto que lo seleccionen y finalmente lo financien. No es una ayuda inmediata como debería ser. «Al final, la cultura siempre es la última rueda del coche», dice.
Conscientes de esta situación y de la limitación del Estado para asistirlos, señala que el camino para esta reciente modernidad será pensar desde cada ámbito cultural nuevas formas de administración, producción, creación, gestión y de ofrecer su arte. Pero dicha renovación necesita mayor atención y cooperación de gobiernos locales y regionales.